venerdì 16 febbraio 2024

Epílogo

 


Felipe, siguiendo las voluntades de Mariano, a quien le gustaba la música y el baile, contrató a un trío de músicos y les envió una tarjeta a todos los familiares, amigos y conocidos de Mariano, comunicándoles la muerte de su amigo e invitándoles a una merienda en el jardín de la finca Esperanza para el sábado siguiente. Gabriel y Lucas colocaron varias mesas bajo la parra, donde los racimos de uva colgaban maduros, a punto de ser recogidos. Gabriel cortó alguno de ellos y los dejó sobre los manteles blancos de las mesas que Lucas iba poniendo.

Felipe, Olivia y Nieves se engalanaron con su mejor ropa y subieron a la tarima, donde los músicos estaban preparando los instrumentos.

- Damas y caballeros, habéis tenido la suerte y el honor de conocer a Mariano Defaus Moragas. Ahora juntos vamos despedirlo, dijo Felipe.

- Hablaremos de él, pero no con pena, dijo Olivia, leyendo el texto de un papel doblado que sacó de su bolsillo.

- Hablaremos de sus gustos, de las personas que quería, de las que no quería, de lo que hacía y de lo que sentía, pero nunca con pena, agregó Nieves.

- Y poco a poco Mariano será tan nuestro que no será necesario que hablemos de él para recordarlo, él será un gesto, una palabra, un gusto, una mirada que fluye, exclamó Felipe.

En aquel momento explotaron los fuegos artificiales y los músicos con sus guitarras, maracas y percusiones empezaron a tocar un son, la música popular cubana que más le gustaba a Mariano.

Gabriel y la cocinera, sirvieron buena comida y bebida para todos, les ayudó Lucas que reía y lloraba a la vez. Los nietos de Mariano correteaban por el patio, mientras Nieves, Felipe y Olivia hablaban de él con cada uno de los invitados.

Aquella fiesta fue recordada durante mucho tiempo, pues los que asistieron se despidieron del difunto de una forma poco habitual: en lugar de apenarse, cantaron y bailaron, para darle, entre sonrisas y lágrimas, el último adiós.







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