sabato 26 dicembre 2020

Salta la Luz

 

A Francisca, abriendo los ojos, se le han aparecido cuatro ceros, eso quiere decir, piensa, que las pilas del despertador se han descargado. Sin saber qué hora es se levanta. 

Se asoma por la ventana del salón y se da cuenta que aún es de nochePiensa que a a tener que cambiar las pilas del despertador.

El reloj de la cocina marca las siete. No vuelve a la cama. Va al cuarto de baño, se lava la cara y se la frota enérgicamente con la toalla. Se espabila de golpe y empieza a pensar que ha sido bueno levantarse tan temprano.

- Podría hacer gimnasia, escuchando las primeras noticias, la radio me distrae, se dice.

Decide hacer media hora de ejercicios. Monta la esterilla y unas pesas en el salón. Pone la radio. El locutor primero comenta el aumento de contagios de Corona virus, luego habla de la nueva vacuna y de la mutación del virus en Gran Bretaña.

Moviendo su cuerpo siente como si poco a poco se le fueran desprendiendo las cosas negativas. Al terminar le gusta notarse un poco sudada y la sensación de que sus músculos han trabajado.

Va al cuarto de baño, abre el grifo del agua caliente, vuelve a la cocina donde pone a calentar agua en el hervidor eléctrico y luego mete dos rebanadas de pan en el tostador. Va de nuevo al baño, donde el aire ya empieza a estar caliente y lleno de vapor. Pone la estera en el suelo. Entra y en seguida se frota todo el cuerpo con un jabón líquido a base de argán, luego se lava el pelo con un champú que huele a miel. Siente el agua que le acaricia el cuerpo y sonríe.

Antes de salir de la ducha limpia la mampara con la escobilla. Saliendo coge una toalla grande, se seca y se envuelve en ella, luego se pone el albornoz y las zapatillas.

Se peina delante del espejo, se ve la cara arrugada, pero no le da mucha importancia, en aquel momento se siente bien con ella misma, no le pesan sus sesenta y cuatro años.

Vuelve a la cocina para prepararse el té. Agarra con las dos manos la gran tetera blanca y piensa que su té verde al jazmín va a estar listo dentro de poco. Se para unos minutos y se dice:

- ¡Ojalá cada día empezara a trabajar a las diez de la mañana! Me encanta hacer las cosas lentamente.

Vuelve al cuarto de baño y coge el secador que está colgado en pared al lado del lavabo, lo enchufa y de golpe se apagan todas las luces.

- Qué raro que hayan cortado la corriente sin avisar, quizás sea sólo un cortocircuito, piensa un poco asombrada.

Se dirige hacia el cuadro de luz que está al lado de la puerta de la entrada y ve que las palancas están hacia arriba. Lo mismo sucede en cuadro de los electrodomésticos de la cocina. Abre la puerta de la casa y nota que en las escaleras hay luz. Escribe en seguida un mensaje a la vecina de abajo para preguntarle si tiene electricidad y ella le contesta que .

- ¡No entiendo porque ha saltado la luz sólo en nuestro apartamento! Se dice un poco preocupada.

Luego desciende las escaleras hasta la planta baja y abre el armario de los contadores que hay al lado del ascensor y busca el suyo, pero descubre que la palanca general también está hacia arriba. Sólo nota que los contadores de las otras viviendas tienen una lucecita, el suyo está apagado.

Francisca espera que de un momento a otro vuelva la luz, por eso no despierta a su marido. Decide esperar un poco y mientras tanto se sienta en la mesa y desayuna.

Unta un poco de mermelada en una rebanada de pan tostado. Echa de menos la radio. Come con desgana leyendo un artículo del periódico del día anterior. Poco a poco se le va secando el pelo. Mientras toma una taza de té piensa en todas las mujeres que tienen que ponerse rulos o secarse el pelo enroscándolo con un cepillo para darle forma y volumen.

- Pobres chicas, ahora sin electricidad no podrían ni salir a la calle. Mis cabellos son tan finos y cortos, que se secan enseguida. ¡Al menos de vez en cuando les encuentro una ventaja! Sonríe hablando consigo misma.

- Espero un ratito más y si no vuelve la luz llamaré a los técnicos de la compañía eléctrica, se dice para consolarse.

Pone en la nevera apagada la mermelada y se acuerda del congelador:

- Menos mal que aguanta seis horas antes de que empiece a descongelarse todo. ¡Sería un desastre, no quiero ni pensar en ello!

Va al estudio para mirar si el móvil y el ordenador portátil están cargados. El móvil tiene batería, en cambio el ordenador está cargado a medias.

Mientras se dirige a su cuarto  se da cuenta de que el módem, que está en la  estantería del pasillo, está apagado.

- Qué lata, no había caído en que no podremos usar Internet, se dice, cada vez más desesperada.

Se viste a tientas en el dormitorio sin hacer ruido, pero su marido está despierto y le dice:

- Buenos días, antes te he oído levantarte pero me he vuelto a dormir en seguida. ¿Qué hora es?

- Son casi las nueve. Hace una hora que ha saltado luz.

- Puede que sea un fusible o una interrupción pasajera. No te preocupes, dice bostezando.

Al cabo de pocos minutos el marido se levanta y lo primero que hace es ir a ver el cuadro general.

- Qué raro, no son los fusibles, llamemos a la compañía eléctrica, le dice él a ella.

Mientras él desayuna, ella busca número verde en una factura de la luz.

Un técnico le dice que no hay ningún problema en su línea, que será un enchufe quemado que hay que cambiar o algo por el estilo.

- Yo no entiendo nada, le dice Francisca a su marido.

El marido revisa la factura y se da cuenta de que Francisca se ha equivocado, ha llamado a otra compañía eléctrica.

- Qué tonta, he mirado la factura de la luz del garaje, le dice ella a  él.

Entonces él llama a la compañía correcta y efectivamente le cominican que su línea tiene un problema.

- Me han dicho que dentro de una hora, al máximo dos, nos van a enviar un técnico, le dice él a ella.

- Yo necesito Internet para trabajar. ¿Cómo voy a hacer? Le contesta ella un poco decepcionada.

Francisca temiendo que el técnico se demore más de una hora, escribe un mensaje a una amiga suya que vive bastante cerca, para pedirle si puede ir a su casa a dar clases.

Su amiga le dice que sí que puede ir sin problemas, sin embargo, antes de ponerse en marcha, recibe un mensaje de la vecina de abajo que dice:

- Si quieres puedes bajar a mi casa para dar clases, ahora te envío la contraseña para que te conectes con mi WIFI

Francisca le contesta:

- Eres muy amable, muchas gracias. Con tu contraseña voy a probar a ver si mi ordenador detecta tu linea y así puedo dar clases desde mi casa.

En efecto la linea Internet de la vecina es potente y Francisca logra conectarse.

Para estar más segura de que todo funcione bien, lleva su ordenador al garaje y lo deja enchufado un rato para que se cargue completamente. Mientras tanto sale a comprar el pan y el periódico. Llama a su amiga para decirle que no va a ir y para contarle que ha podido solucionar el problema de la línea Internet con la vecina.

Lo primero que hace Francisca al volver a casa, después de sacarse el abrigo y lavarse las manos, es sentarse en el sofá y relajarse. Los mensajes de las dos mujeres que le han ofrecido su casa, la han puesto de buen humor.

Estaba segura de que su amiga la iba a ayudar, pero la oferta de ayuda de su vecina le ha sorprendido, pues es un poco rara y normalmente no suele tener muchos contactos con el vecindario.

Enciende de nuevo el ordenador con la contraseña de la vecina y comprueba que todo funciona. Lo apaga para no gastar batería. Coloca la butaca cerca de la ventana y se pone a leer el libro que empezó la noche anterior, mientras espera la hora de sus clases.

- Leer una novela a media mañana es todo un lujo, piensa.

El electricista llega hacia las doce, lo atiende su marido mientras ella está dando clases. Es un chico joven que después de revisar el contador tiene que llamar refuerzos, siendo la avería más complicada de lo que parece. Al cabo de media hora, llega otro empleado de la compañía eléctrica y en poco tiempo resuelve el problema.

Hacia la una vuelve la luz.  A Francisca le parece un milagro, abraza a su marido  y los dos se ponen a reír.







venerdì 11 dicembre 2020

Viernes



La radio trasmite una canción de los años setenta. Hace frio. Está amaneciendo. Las previsiones meteorológicas que daban ayer para hoy eran malas, sin embargo el cielo está despejado y el sol lentamente lo va iluminando.

Hay poco tráfico, sólo pasan coches y motos  con gente que va al trabajo. Antes solían verse por las aceras grupos de estudiantes que se dirigen a la escuela, pero ahora a causa de la pandemia los Institutos están cerrados.

Son las 7.30 de la mañana y me dirijo a un supermercado de la zona de Campo de Marte.

Desde que nuestros hijos se han ido a vivir por su cuenta voy menos a comprar en coche. Mi marido y yo nos apañamos con poca cosa. Compramos verdura y fruta en mercado de S. Ambrogio. Vamos una una vez por semana a por pan y vino a una tienda de Via dell’Agnolo que despacha vino a granel y otros productos biológicos. Para las conservas, pasta, arroz, jabón, etc, vamos a la Coop, un supermercado pequeño que está bastante cerca de casa.

Me encanta ir en bicicleta a la Coop, por el carril de bicis que corre a lo largo de la avenida Viale Giovani Italia. Luego cruzo Piazza Beccaria y sigo con cuidado por via Ghioberti en dirección contraria.  

Lo malo es que a la vuelta voy cargada como un burro con mis tres bolsas repletas de alimentos. Una la pongo en el cesto de atrás y dos laterales colgadas en el manillar.

- Un día voy a caer, me digo, riñiéndome, cuando pierdo un poco el equilibrio.

En realidad ya me pasó una vez, pero, cayendo lentamente de lado, ni me hice daño, ni se me rompió ninguna botella. ¡Qué suerte!

- ¿Por qué me he levantado tan temprano esta mañana? Me pregunto.

- Para anticiparme, empezando a comprar cosas para Navidad, antes de que todo el mundo abarrote las tiendas, me digo.

Recorro las mismas calles que antaño. Mi marido antes de ir al trabajo solía ir a llevar a los niños al colegio. Generalmente los viernes yo no daba clases y salía de casa  antes que ellos para hacer la compra de toda la semana.

Durante unos segundos me emociono viéndome a mí misma tantos años atrás conduciendo hacia Campo de Marte; he dejado las  bolsas vacías y la lista de la compra muy larga  en el asiento de mi lado.

Siento ternura hacia la mujer que era,  a la que le gustaba madrugar, para ser una de las primeras clientes del supermercado y a la que los viernes le encantaba hacer las cosas sin prisas.

Me vuelvo a preguntar:

- ¿Por qué un día que no trabajo y que podría recrearme en la cama, me levanto y salgo de casa?

Y en seguida me digo:

- Quizás lo hago para sentirme la mujer de antes, la que corría todos los días de un sitio a otro, pero que los viernes, cruzando la ciudad de madrugada, sentía el mundo que giraba más despacio.

He aparcado el coche justo cuando la canción “Tutta mia la cittá” del Equipe 84” estaba acabando.