venerdì 11 giugno 2021

Debajo de la mesa

 

A finales de febrero de 2020 los periódicos de todo el mundo hablaban sólo de la epidemia de Corona virus, que más tarde se le llamó pandemia Covid-19. Surgió en China a finales de 2019, pero poco a poco se fue difundiendo en todos los continentes. En marzo los contagios fueron aumentado de manera desmesurada y la gente empezó a asustarse. Cerraron las tiendas, las escuelas, los restaurantes y todos los establecimientos que no fueran esenciales. Se empezaron a dar clases on-line en las escuelas. A pesar de que muchas oficinas potenciaron el teletrabajo, muchos trabajadores entraron en paro.

Durante los primeros días de confinamiento, Carla hizo los quehaceres domésticos con mucho ahínco para distraerse y dejar de pensar en la epidemia, sin embargo cuando escuchaba las noticias de la radio, sentía de nuevo angustia y desasosiego. Una de las cosas que más la ayudó a mejorar su estado de ánimo fue ponerse a leer una novela, después de la comida, mientras tomaba el sol. La ventana de la cocina fue su ancla de salvación.

Cada día a la misma hora, se sentaba cerca de la ventana e iba concediéndose largos ratos de placidez, a través de la lectura.

Antes del dichoso virus, Carla no paraba ni un momento en todo el día: que si el trabajo, que si el gimnasio, que si quedar con las amigas, que si la compra, que si la cena, que si atender la llamada de los hijos. Por la noche estaba agotada y al acostarse se le caía de las manos el libro que estaba leyendo.

Su marido al principio también estaba preocupado por la pandemia, pero en seguida él también intentó distraerse a su modo: pasaba la tarde en su garaje-taller, donde hacía pequeñas esculturas y objetos artísticos.

Un día de aquella temporada tan rara, Carla y su marido se metieron debajo de la mesa redonda de caoba del salón. Se abrazaron sin decirse nada. No hacía frío pero estaban muy a gusto acurrucados allá abajo.

De golpe oyeron música a lo lejos. Carla salió del escondrijo para cerrar la puerta de la entrada del piso que sin querer había dejado abierta de par en par.

Mientras cerraba la puerta, vio a un grupo de gente que hablaba en el descansillo, mientras tomaba una copa.

- Quizás haya una fiesta en casa de la vecina, pensó.

Carla volvió a sentarse al lado de su amante, apoyó su espalda en una de las patas torneadas de la mesa.

La madera oscura le dio un no sé que de seguridad, como si finalmente hubiera encontrado su guarida. Carla y su marido empezaron a besarse y a acariciarse lentamente.

De golpe Carla oyó un estruendo.

- ¡Ya son las 6.45! He de levantarme, se dijo apagando el despertador.

Carla observando a su marido que seguía durmiendo a su lado cayó en la cuenta de que la mesa redonda era la misma que tenían en un apartamento que habían alquilado amueblado, donde vivieron largo tiempo, más de treinta años atrás.

Se vistió deprisa y mientras preparaba el desayuno para los dos, volvió a pensar en aquel sueño tan raro.

- ¡Cómo se estaba de bien debajo de la mesa! Se dijo sonriendo.