lunedì 25 gennaio 2021

Escribir una carta a mano

 


Hace unos dos años dimos de baja el antiguo garaje, que llevábamos alquilando desde hacía mucho tiempo. Lo vendían a un precio demasiado alto para nosotros.

Compramos otro más barato y más cerca de casa. En seguida empezamos a trasladar las bicicletas, las cajas llenas de libros y todo lo que habíamos acumulado a lo largo de los años. En esa ocasión, recopilé las innumerables cartas que había recibido en las últimas décadas. Las de mi madre eran los más numerosas, también había muchas de mi marido, antes y después de la boda y luego las de amigos y familiares.

Encontré también las que yo le había escrito a mi madre cuando me fui a vivir lejos de casa, a más de mil kilómetros de distancia. Las primeras eran de mediados de los setenta y las últimas de principios de los noventa. Las encontré después de su muerte, cuando vaciamos el viejo caserón,en un cajón de un mueble del comedor.

Durante la mudanza, mi esposo me entregó las muchas cartas que yo le había escrito, durante y después de nuestro enamoramiento. Las sacó de una vieja maleta de cuero, estaban atadas en manojos con una cuerdecita.

- Guárdalas , te gustará volver a leerlas, me dijo él.

Puse todas las cartas en tres cajas grandes de zapatos. Las dispuse en orden cronológico. En lugar de dejarlas en el trastero del garaje, las llevé a casa y las deposi en mi estantería con mis libros. De vez en cuando saco una y la leo.

El otro día cogí una carta de Montse, una chica que conocí en la facultad, con quien en seguida me hice amiga y fuimos a compartir un piso con otros estudiantes. Estoy buscando su dirección. Me encantaría enviarle una carta. En casa tengo sobres y sellos, todo lo que necesito es su dirección actual, pero creo que la conseguiré a través de su hermana, que recuerdo que era farmacéutica. Encontré la dirección del correo electrónico de su farmacia en Internet y le escribí un mensaje. Esperemos que me responda.

Aproximadamente una vez al mes le escribo una carta a mi hija que vive en Madrid. También ella me escribe cartas largas. Cada vez que me llega una carta suya soy muy feliz.

También me gusta escribir de vez en cuando a mis amigas del pueblo con quienes crecí y pasé mi juventud; En verano cuando regreso al pueblo, intento quedar y salir con dos o tres de ellas, pero casi siempre deprisa y corriendo, a otras no las veo desde hace años, quizás por eso me gustaría comunicarme con ellas.

Hace algún tiempo le escribí una carta a Anna, una de esas amigas a las que no veo desde hace años. Después de muchas semanas, cuando ya no me acordaba más de ella, recibí su respuesta, fue una gran sorpresa. Guardé su carta en mi bolso durante varias horas, luego después del almuerzo me fui a una plaza cerca de mi casa, me senté en un banco, debajo de un árbol, la leí y me emocioné.

Tan pronto como acabo de escribir una carta, la dejo encima de mi mesa y me gusta observarla cada vez que levanto la vista de mi libro o del ordenador. Al día siguiente, antes de las doce del mediodía, cuando recogen el correo, cojo mi bicicleta y voy a echarla al buzón. Es como si lanzara una botella al mar, con un mensaje importante adentro.

- Tendrá que superar algunos obstáculos, pero seguramente va a llegar al destinatario, me digo confiada.

Es cierto que a veces las cartas tardan demasiado en llegar, pero siempre llegan a su destino. Una de las últimas cartas que le escribí a mi hija, dió la vuelta al mundo, en lugar de llegar a Madrid se fue a Malasia y después de tres meses llegó al destinatario.

Hoy en día casi nadie escribe cartas a mano, y eso es una pena. Muchos piensan que es una pérdida de tiempo. Casi todos estamos tan acostumbrados a los mensajes digitales y a comunicarnos rápidamente por correo electrónico o chat, que hemos perdido casi por completo la costumbre de escribir a mano. Preferimos la inmediatez de la tecnología incluso cuando no la necesitamos.

Deseo que no se pierda el hábito de escribir a mano y estoy tratando de hacer algo al respecto. Esto es lo que me gustaría deciros para que os animéis y escribáis una carta:

Escribir a mano en una hoja de papel con una pluma estilográfica, nos permite transmitir mucho más que el simple mensaje que queremos comunicar.

Podemos agregar pequeños dibujos, bocetos y, por qué no, incluso las pequeñas borrones o manchas de tinta a nuestra carta la harán aún más personal. Nuestra caligrafía, aunque no sea muy bonita, nos distingue y nos hace únicos, no lo olvidemos nunca.

Si queremos disculparnos por un malentendido con una persona querida, podemos escribirle para hacerle entender cuál era nuestro estado de ánimo en ese momento y para comunicarle el deseo de no estropear nuestra amistad o relación amorosa.

Si queremos estar cerca de un viejo amigo que lo está pasando mal, nada mejor que unas líneas escritas para hacerle sentir nuestro cariño, aunque estemos lejos.

Al escribir una carta, nos dedicaremos a nosotros mismos un tiempo diferente, un tiempo más lento. Recordemos que ese mismo tiempo se lo vamos a regalar íntegramente a quien la reciba.

Ya es hora de que pensemos en las emociones que nos transmite escribir o recibir una carta:

Revisando el buzón cada mañana cuando salimos o volvemos a casa, esperando en la puerta, en la ventana a que llegue el cartero, rasgando con impaciencia el sobre o sosteniéndolo un rato y finalmente sentarnos en el sofá leyendo esas líneas escritas solo para nosotros.

Podemos guardar una carta que alguien nos ha eviado y volver a leerla incluso después de muchos años. Podemos dejarla en un libro, quizás olvidarla y luego encontrarla por casualidad. La podemos releer mil veces. También podemos mostrársela a amigos o a seres queridos.

Una vieja carta nos hace revivir el pasado y a las personas que nos escribieron, a veces algunas lamentablemente ya murieron. Leer las cartas que nosotros escribimos, nos recuerda a la persona que éramos en el pasado, como me pasó a mí cuando leí las que escribí a mi marido. Leyéndolas me sentí orgullosa de mí misma por todo lo que había hecho en aquel entonces, me gustó la chica que se fue de casa tan joven.

Las excusas para refugiarse en la tecnología son siempre las mismas, empezando por la inmediatez de recibir mensajes a través del móvil, desde el tiempo ahorrado, pasando por el hecho de ser totalmente gratis chat y correo electrónico.

Pero detengámonos y pensemos cómo con unos minutos, unos euros y un poco de buena organización, como abastecernos de sellos cuando vamos a un estanco, podemos darle otra fuerza emocional a lo que queremos decir.

Como podéis ver, hay muchas razones para comenzar una nueva buena costumbre:


La de escribir una carta a mano cada dos o tres semanas a las personas que queremos, se lo merecen, seguro. Pero nosotros también mereceríamos recibir una carta de vez en cuando.










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