martedì 2 gennaio 2024

Cap. 19 - Teresita y Francisco

 


Los hijos de José Defaus y de Teresa Moragas que más se parecían eran Mariano y Francisco, ambos eran perspicaces, tenían los ojos azules de mirada penetrante y pelo rojizo. Cuando Mariano se fue a Cuba, Francisco acababa de cumplir nueve años y era el más serio y sagaz de todos los hermanos. Desde pequeño empezó a leer por su cuenta los libros que le prestaba su maestro, se los llevaba al desván, su lugar preferido de la casa y desaparecía durante horas y horas.

Su madre se avenía mucho con él y no le reñía cuando actuaba sin pedir permiso o cuando se esfumaba.

- ¡Prefiero diez Franciscos que un Isidro! Le gritaba a su hijo Isidro corriendo tras él con un cucharón de madera.

Cuando Isidro fue expulsado del seminario, Francisco entró en aquel edificio triste sin rechistar. No le costó adaptarse a la rutina del colegio, donde seguía la misma táctica que en casa: se escondía para leer en una buhardilla, donde había armarios, colchones, sillas cojas y varios trastos más. Siendo tan silencioso y aplicado, en seguida los curas que le daban clases empezaron a alabarlo. Era un estudiante modelo y según el padre prior iba a convertirse en un buen sacerdote, sin embargo Francisco tenía bien claro que no iba a ser clérigo. En el colegio no hizo muchos amigos, le gustaba estar solo y fue viviendo los acontecimientos de su familia con bastante desapego: Mariano que no vuelve de Cuba, la boda de Mariona, Isidro en la mar, Joan que va a la guerra, que cae enfermo y que al final se casa con Teresita.

La primeva vez que volvió a casa y encontró a su cuñada, sintió una punzada en el pecho. Le gustaba aquella muchacha, pero siendo la esposa de su hermano tuvo que sacársela de la cabeza. Se escabullía para no tener que hablar con ella.

Teresita era una muchacha de pelo negro y tupido, ojos vivarachos, labios carnosos y tez morena, parecía mulata. Su familia era de una aldea cercana, pero tenía una abuela andaluza, de la que había heredado su carácter risueño y extrovertido. Le encantaba hablar con la gente y se había hecho amiga de todos los vecinos.

Desde que apareció Teresita en la casa de calle Ollers, Francisco empezó a pasar más temporadas en Malgrat, pero seguía evitando a su cuñada. Lo pasó mal cuando murió su hermano Joan de pulmonía, además de la tristeza por aquella pérdida, presentía que tendría que dejar el seminario y que se le iba a caer encima la responsabilidad de cuidar de su familia, siendo el único hijo varón que quedaba en casa.

Francisco tenía diecinueve años, cuando sus padres le dijeron que tenía que casarse con su cuñada.

- Teresita es la mujer ideal para ti, pero ella tiene que quedarse embarazada, antes de celebrar la boda, le dijo perentorio su padre.

- Usted ha perdido la razón ¿Cómo voy a obligar a Teresita que se acueste conmigo?

- Ya hablaré yo con ella, le dijo muy serio su padre.

- Me parece una idea descabellada, le contestó Francisco.

- José corres mucho, yo tampoco quiero perder a Teresita, pero no podemos obligarla e eso, dijo Teresa.

- El párroco me ha dicho que hay que actuar rápido, pues una viuda no puede vivir bajo el mismo techo que el hermano soltero de su difunto marido.

- Padre, no le diga nada a la pobre chica, le imploró Francisco.

- Dejadme, yo sé lo que me hago. Si no te casas con Teresita te voy a desheredar.

- José ¿Te has vuelto loco? Le dijo su esposa, gimoteando.

- Mira Francisco, te doy tres meses de tiempo.

Francisco salió de la cocina cabizbajo, le gustaba Teresita pero no sabía cómo hacer lo que su padre le mandaba.

Siendo José Defaus Ballesté muy testarudo, aquel mismo día mandó llamar a Teresita para que fuera a su despacho y le dijo:

- Estamos tan contentos de ti, que no queremos que te vayas, pero por las apariencias y para salvar tu honor no es bueno que vivas en la misma casa que Francisco. Tendrías que casarte con él.

- Yo también estoy muy a gusto con vosotros, pero me parece precipitada la cosa. Conozco muy poco a Francisco, le contestó Teresita.

- Tienes tres meses de tiempo para decidir si quieres quedarte en esta casa o volver a la de tu padre.

- Gracias por la confianza que tenéis en mí, pero el amor tiene que ser una cosa reciproca.

- ¡Déjate de amores y piensa en tu futuro! ¡Ah! Se me olvidaba, antes de boda tienes que quedarte embarazada.

- ¡Embarazada! ¿Usted quiere que vaya contra mis principios religiosos?

- Teresita, el párroco dice que es un caso especial, que no es pecado lo que tú y Francisco vais a hacer para salvar tu reputación.

- Al no haber tenido hijos con Joan, Usted y el cura tienen miedo de que yo sea estéril.

- No Teresita, eso no, sólo queremos que tú te quedes en esta casa.

- ¿Y qué dice Francisco? Él siempre me rehuye.

- ¡Qué no, mujer! Yo me voy a encargar de Francisco.

Teresita se fue a su alcoba, donde lloró mucho rato, se sentía humillada y presentía que José Defaus iba a obligar a su hijo a casarse con ella, amenazándolo con desheredarlo.

- Estoy segura de que Francisco no me quiere y aunque hayamos vivido unos meses bajo el mismo techo yo no sé nada de él, se decía sollozando.

No sabiendo como actuar, fue a comentárselo a Mercedes, su mejor amiga.

- ¿A ti te gusta Francisco? Le preguntó a bocajarro Mercedes.

- Sí, me parece un buen mozo, pero es muy tímido, cuando me ve se aparta ¿Cómo vamos engendrar un hijo?

- No sé que decirte Teresita, quizás sería mejor que te fueras de esa casa ¿Pero dónde vas a ir? Si yo pudiera te acogería en nuestra hogar, pero ya sabes que desde que mi padre está enfermo pasamos estrecheces.

- Espero que tu padre mejore.

- El médico dice que se va a curar, es una pulmonía, pero ya va de baja.

- Me alegro de verdad… calló unos segundos y luego añadió - Yo no quiero irme, me llevo muy bien con mi suegra.

- Pues yo dejaría que actuara Francisco, a ver lo que pasa.

- ¡No sé que hacer, de verdad!

- Tú no hagas nada.

Otra tarde fue a ver a su padre, quien le dijo:

- Eres una viuda pobre, no tienes más remedio que aceptar la boda con Francisco, nosotros no podemos acogerte de nuevo, tenemos demasiadas bocas a quienes dar de comer.

- Haz lo que dice tu padre, le suplicó su tía llorando.

También fue a hablar con el párroco, quien la mareó con la cantidad de cosas que le dijo para convencerla de que aceptara la oferta de la familia de su difunto marido. Pero ella dudaba. Un día se acordó de los libros que Francisco dejaba sobre las sillas del comedor, se los prestaba el maestro del pueblo. Por lo tanto decidió ir a verle para pedirle consejo.

El maestro le dijo que no era justo que una mujer se viera obligada a casarse con un hombre que casi desconocía y le aconsejó que escribiera una carta a Francisco.

- La correspondencia, para evitar levantar sospechas, puede pasar por mi casa. Le dijo el maestro.

Y cuando ella le contó que Francisco la rehuía, él le contestó:

- Aún es muy joven e inexperto en amores, se siente cohibido delante de ti.

Teresita le escribió una carta a Francisco.

Querido Francisco,

como en un sueño, entré en vuestra casa a los dieciocho años. Joan tenía cinco años más que yo, siempre fue amable conmigo y me respetó durante el tiempo que vivimos juntos.

Tu te estarás preguntando si le quise. Te puedo confesar que le admiraba, por su bondad e inteligencia y que sufrí mucho cuando murió. Joan fue mi único y fiel pretendiente desde los quince años. A pesar de que al principio le tuviera miedo, poco a poco me fui acostumbrando a él. Mis padres, siendo pobres, vieron en Joan una buen partido. Yo no podía defraudarlos, por lo que, sin estar enamorada, acepté casarme con él.

Mi matrimonio ha durado muy poco, pero en ese año he aprendido muchas cosas. Todos los miembros de tu familia se portaron bien conmigo. Siempre me apoyaron, incluso cuando les propuse hacer una serie obras en el caserón, cosa que antes nadie había hecho jamás.

Tú me rehuyes siempre. De vez en cuando vas dejando un libro en una silla del comedor, que yo leo mientras todos estáis durmiendo la siesta.¿Te he ofendido en algo sin darme cuenta?

Me encantaría hablar contigo.

Espero que me contestes

Teresita

Francisco le contestó aquel mismo día y a partir de entonces le siguió escribiendo largas cartas que llevaba al maestro. Poco a poco empezaron a conocerse y por carta se citaron para verse a escondidas en el desván de la casa. Cada noche hablaban a la luz de una vela, hasta que caían muertos de sueño. Lo primero que hacían era entablar conversaciones a cerca de los libros que Francisco le prestaba a Teresita, pero a medida que pasaban los días empezaron a brotar sus sentimientos y las cartas fueron cada vez más apasionadas. Una noche se amaron sobre un viejo colchón y se sintieron felices a pesar de aquel amor clandestino.

Al cabo de unas semanas Teresita descubrió que estaba embarazada. Por aquel entonces, su suegro, al ver que no pasaba nada, le comunicó que ya no podía esperar más y que al día siguiente un carro la llevaría a su pueblo natal, donde una tía le daría cobijo.

Francisco se sonrojó cuando anunció a sus padres que Teresita estaba esperando un hijo suyo. Todo el mundo saltó de alegría, y prepararon la boda deprisa y corriendo.

Francisco estaba enamorado de Teresita y viendo a sus padres felices, pensó que había llegado el momento de tomar las riendas de los negocios de su padre. Empezó a salir más, a ir a la iglesia todos los domingos y a alternarse con los amigos de su padre, el notario, el veterinario, el alcalde y el médico del pueblo.

Un domingo el párroco le dijo:

- Tienes que alejarte del maestro y acercarte más a la iglesia.

- Pero el maestro es mi amigo.

- Tú ya sabes de lo que te hablo, tú me debes un favor, salvé tu reputación y la de Teresita, tú no puedes seguir siendo amigo de un maestro republicano, que por cierto dentro de poco va a tener que marcharse del pueblo.

- No lo echéis, es una buen hombre.

- Ya lo sé, pero no se acerca a la iglesia y es una mala influencia para los alumnos. He hablado con el director y lo van a substituir.

A Francisco le pareció injusto lo que iban a hacerle al maestro, pero tras la amenaza del párroco supo que tenía que dejar de asistir a las tertulias que él organizaba en un café del pueblo.

El pobre maestro fue despedido y volvió a Barcelona, donde afortunadamente fue empleado en una escuela recién fundada por un grupo de jóvenes profesores con ideas y técnicas pedagógicas innovadoras, muy cercanas al método educativo que pocos años más tarde María Montessori divulgó en Italia.

Francisco perdió a su mejor amigo y el párroco cumplió con su promesa: el matrimonio de Francisco y Teresita fue reconocido oficialmente. Francisco poco a poco abandonó sus ideales republicanos y se volvió monárquico como su padre.






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