domenica 22 marzo 2020

Tiempo de espera ( 2) 21 de marzo













Hoy, sábado 21/3/20, es el décimo séptimo día que no voy al trabajo y el décimo segundo que estamos encerrados en casa. Sólo salgo dos veces por semana, una para ir a comprar al supermercado y otra para ir a tirar la basura en los contenedores, de paso me acerco al quiosco para comprar el periódico y volviendo entro a la panadería, que está a la vuelta de la esquina, y compro una barra de pan.
Mi marido prefiere no salir.

Os preguntaréis:
- ¿Qué hace durante todo el día? ¿Ha conseguido cumplir alguno de los propósitos que escribió la semana pasada?
Pues muy pocos.
Veamos lo que suelo hacer un día cualquiera:

Me levanto a las ocho, me pongo el albornoz y desayuno escuchando las noticias de la radio, que son siempre muy malas. A veces mientras tomo una taza de té leo un artículo del periódico del día anterior.
Luego me ducho y me hago un masaje por todo el cuerpo con una crema hidratante, algún que otro día me depilo las piernas y las axilas.
Cada dos o tres día me lavo el pelo. Secándomelo descubro cada vez más canas. Mientras me miro al espejo voy pensando que tendré que teñirme, cosa que llevo años haciéndome en la peluquería.
Aún no me atrevo y me digo:
- El pelo rubio disimula bastante bien las canas, pues dejémoslo para semana que viene.

Hacia las nueve me pongo a trabajar para mis alumnos, dando clases, contestando a sus dudas y corrigiendo tareas.
Por las mañanas es cuando me cunde más todo, tengo la cabeza más despejada.
Mi marido se levanta hacia las diez, a veces tomo otra taza de té con él y acabamos hablando casi siempre del dichoso corona virus.

Hacia la una, dejo mi ordenador y me siento en el salón donde toca el sol. Abro la ventana que da a un patio interior y me pongo a leer. Siempre me ha gustado abrir un libro tomando el sol.
Claro que sería mejor en una playa o en un parque, pero que le vamos a hacer.
Estoy muy a gusto en nuestro piso, es bastante grande para dos personas, confortable y luminoso, sin embargo si tuviéramos una terraza, un patio o un jardín el encierro sería más llevadero.
A las dos de la tarde ponemos la mesa y comemos una ensalada mixta con semillas.
Luego escuchamos el telediario que sigue dando noticias muy malas.
Hacia las 14.30 sacamos la mesa y nos preguntamos:
- ¿Qué haremos esta noche para cenar?
Un día guisa mi marido, otro yo y el tercero comemos las sobras de los días anteriores.
Tomamos la costumbre de empezar a preparar la cena después del almuerzo cuando nuestros hijos eran pequeños.
No es qué dejemos lista la cena sino que guisamos el sofrito del arroz o la salsa de la pasta.
Desde que no voy a trabajar nos dedicamos más a la cocina. En estos días de encierro hemos preparado platos sabrosos, como los “sformati” de verduras al horno, “pasta e fagioli”, salsa de tomate con berenjenas, bacalao a la vizcaína, risotto con espárragos y otros más.

A veces por la tarde hago cosas insólitas como bajar al patio común para limpiarlo y regarlo. Las plantas de las jardineras y macetas, que antes ningún vecino cuidaba, ahora no se pueden quejar, pues reciben cantidad de agua y fertilizantes.
La finca está compuesta por de tres pisos, con seis viviendas que dan al patio interior.
Por ahora sólo yo riego las plantas, pero si todo el mundo las regara, las pobres se ahogarían.
El otro día mientras barría e suelo se asomó una vecina y me contó todas las peripecias de su familia:

- Mi marido está muy delicado de salud y mi hijo está en el paro por el corona virus. ¿ No sé lo que va a pasar? Fíjate que mala suerte  que  ha tenido mi hijo,  empezó las obras de reforma de su apartamento hace un par de semanas, por eso ahora vive con nosotros, pero en seguida tuvieron que parar la obra. Yo salgo a la terraza para no volverme loca, con dos hombres en casa no hay quien los aguante.

Otra cosa rara que hice una tarde fue cortarle el pelo a mi marido con una maquinilla eléctrica. Al principio me daba miedo hacerle agujeros, pero cuando entendí que la medida del corte era automática me tranquilicé y empecé a raparlo.
Hacia las seis o las siete empiezan las video-llamadas de nuestros hijos y amigos.
De vez en cuando llamo o recibo la llamada de mis hermanos, me encanta hablar con ellos.
Pues, mira por donde, el virus nos ha unido más, antes hablábamos poco, siempre teníamos prisa.

Hacia las ocho ponemos la mesa con esmero,  un mantel bonito  y servilletas de colores, una botella de vino y una vela.
Escuchamos el telediario que sigue dando noticias malas.
Después de cenar nos sentamos en el sofá y buscamos una película que nos guste a los dos.
Generalmente hacia las doce me voy a la cama, mi marido es más trasnochador y se acuesta más tarde, pero algún que otro día nos acostamos juntos, y disfrutamos  abrazados.









Nessun commento:

Posta un commento