Querida hija:
Ayer el día nació gris. Mientras me duchaba se puso a
llover. Con el albornoz puesto y con una toalla en la cabeza preparé un poco té verde. Iba saboreando la infusión a pequeños sorbos y pensando que
quizás no había sido una buena idea lavarme el pelo. Tenía que
hacer muchas cosas aquel día, moviéndome por la ciudad en bicicleta
y habría echado a perder mi peinado.
- ¡Bueno, no hay para tanto! Me pondré el impermeable y
la boina, me dije.
Llegué a la escuela chorreando agua, dejé el
chubasquero colgado de una percha que hay en la entrada de la sala
de profesores. Enseguida noté la mala cara de una de mis
compañeras. Ni siquiera me saludó, empezó diciéndome que acababa de
saber que la próxima semana perdería una de sus horas de
clase por mi culpa, ya que nuestros estudiantes iban a ir a una
conferencia sobre un tema ciéntifico y
acabó casi riñiendome:
- Tendrás que devolverme una hora.
- ¡Pero mujer, qué locura! En lugar de estar contenta
y descansar un poquito, siempre te complicas la vida, dije eso sólo para mis
adentros.
- De acuerdo, le dije en realidad.
Luego, entrando en el aula, donde me tocaba dar clase, enseguida
dos estudiantes se abalanzaron hacia mí, pidiéndome
permiso para salir, ya que tenían un problema con la profesora de
inglés. Debían solucionarlo, para que no les suspendiera.
- ¿Pero qué pasa hoy, todo el mundo está enfadado? me
dije.
Salí a media mañana de la escuela y decidí pasar por el
supermercado a comprar cuatro cosas.
Seguía lloviendo cuando me dirigí a casa, para dejar los
libros y coger las bolsas de la compra.
La chica de la limpieza no me esperaba y se asombró
al verme tan pronto. Había terminado en aquel momento; aquel día
ella y su marido habían limpiado de forma un poco rápida. Se notaba porque habían puesto demasiada cera en las baldosas del salón y por lo tanto el suelo había quedado un poco pegajoso.
- Le dije con amabilidad, sin embargo con determinación,
que la próxima semana tendría que fregar mejor, pues el piso
había quedado fatal.
Ella y su joven marido se fueron deprisa pues tenían
que ir a limpiar otra vivienda. Esta vez era yo la que estaba
irritada, no sólo por lo mal que habían fregado los suelos, sino porque no me habían avisado de que vendrían los dos,
sin embargo enseguida reacioné y me dije: tranquila relájate, piensa en la
vida difícil que deben llevar esa pareja para ganar cuatro
chavos.
En el supermercado, la cajera estaba de malas y al
pedirle una información sobre las ofertas de algunos productos, me contestó con desgana.
- ¿Qué tenía la gente aquel día?
Comí despacio, mientras escuchaba distríada el telediario, que daba como siempre malas noticias, pues
pensaba en todas las cosas que tenía que hacer aquella tarde.
Preparar clases, ir al gimnasio, a la librería, salir a
tomar un aperitivo e ir al cine con dos amigas.
Al cabo de poco una de ellas me envió un mensaje,
preguntándome:
- ¿Nos animamos a salir con el diluvio o lo dejamos para otro día?
- ¿Nos animamos a salir con el diluvio o lo dejamos para otro día?
- Claro que iremos, le dije, no vamos a cambiar de planes
por cuatro gotas
Al volver del gimnasio, llovía tanto que me fui
directamente a casa. Otra vez empapada de agua abrí la puerta de la entrada y mis
ojos cayeron en nuestro buzón. Vi una carta con los bordes azules y
rojos, tan típico de los sobres de correo aéreo.
Era tu carta. La reconocí por tu letra y por el sello
con la figura del guitarrista Paco de Lucía.
La leí con deleite sentada en el sofá colorado, el
que estrenamos hace poco, pero que para protegerlo lo hemos tapado con
una sábana roja.
Finalmente alguien me trasmitía buen humor y ganas de
vivir. Dejé tu carta encima de la mesa para que tu padre la leyera.
Me arreglé y me fui a comer unas tapas con mis amigas.
Las dos llegaron tarde a la cita, porque habían cogido el coche y encontraron mucho tráfico. Yo, mientras
las esperaba, empecé el libro, que por suerte, me puse en el
bolso antes de salir.
Charlamos y reímos mientras comíamos unos canapés.
Luego, las tres bajo un paraguas nos dirigimos al
cine, que estaba muy cerca del bar.
Cuchicheamos y bromeamos, antes de empezar la película, que por cierto nos
gustó mucho. Era delicada, divertida, muy femenina y sobre todo
emanaba felicidad.
Volviendo a casa caía un buen chaparrón. Bajo el
impermeable azul, a lo largo del carril bici, me sentía ligera,
pensando en mi amigas, en la película y sobre todo en tu
carta, en
las buenas costumbres o propósitos que deseabas cumplir.
La primera de tu lista era:
-cultivar amigos
otras:
- disfrutar de las cosa sencillas
- reírse
- ser amable
- no sentirse culpable
- ser conciliador
- tener un propósito
- leer
y la última:
- habrá un final para todos, pero intentaré estar preparada.
Al llegar a casa me cambié de ropa. Tu hermano había salido y tu padre me dijo que había leído y aprecido mucho tu carta. La deposité en mi
mesita de noche para tenerla más cerca, tomé un yogur y me fui a la cama.
Hoy he vuelto a leerla y me ha dado la misma sensación de bienestar que ayer.
Gracias por haber compartido conmigo tus propósitos.
Te quiero
Mamá
Nessun commento:
Posta un commento