¿Por qué las sensaciones más bellas aparecen los miércoles por la mañana?
Soy un poco
obsesiva por lo que se refiere al trabajo, pues siempre intento
adelantarme en lo que puedo, para dedicar completamente mi día libre
a mis aficiones, por lo tanto los demás días al salir
de la escuela, paso casi toda la tarde preparando clases y
corrigiendo exámenes o trabajos de mis alumnos.
Mi día de
libertad empieza cuanto toca despertador a las siete. Me
levanto deprisa sin pensar en que podría estar un rato más en la
cama. El deber a menudo es también un placer, pues a pesar de que
hay que hacer la compra y llenar la nevera para toda la familia, me
gusta observar a la gente que encuentro por la calle o en el
supermercado.
Desayuno
despacio y subo al coche con cuatro grandes bolsas vacías, dos
rojas y dos amarillas, que a la vuelta van a estar repletas de
hortalizas, fruta, leche, pan y muchas cosas màs.
Sentada en
el automóvil camino hacia el supermercado, pongo la radio y es allí
donde me gusta mirar a la gente que con prisa se dirige al trabajo o
a la escuela. A veces hay cola en los semáforos y es entonces que
salen de mí, como si fueran flotadores desinflados que poco a poco se va
hinchando y surgiendo del agua, las cosas bellas que en los últimos días he
saboreado y que quien sabe porque estaban escondidas en lo profundo.
Es allí donde a menudo nacen mis relatos.
Casi siempre
hago el mismo recorrido, sin embargo a veces tengo que hacer algún
recado y entonces paso por otras calles.
- El cepillo eléctrico no funciona, me dijo una mañana mi hijo de veinte años, con la boca llena de dentífrico.
- No te preocupes cuando vaya al supermercado pasaré por aquella tienda donde siempre nos arreglan los pequeños electrodomésticos.
- El cepillo eléctrico no funciona, me dijo una mañana mi hijo de veinte años, con la boca llena de dentífrico.
- No te preocupes cuando vaya al supermercado pasaré por aquella tienda donde siempre nos arreglan los pequeños electrodomésticos.
Aquel
miércoles me perdí por unas calles que no conocía, di la vuelta
por una manzana y al cabo de poco me encontré en la misma plaza.
Aparqué y
me dirigí a un bar donde había muchos parroquianos.
Había ido a desayunar en un bar tan pocas veces en esos últimos años que me
quedé pasmada al ver el ambiente acogedor y lleno de vida que había,
a pesar de ser las ocho y media de la mañana.
Había pocas
personas sentadas en las mesitas, la mayor parte estaba de pie, con
un cornetto en una mano y un cappuccino
en la otra.
Dos señores
hablaban de política y decían:
- Siamo messi male, il paese è ingovernabile, peggio di così non potevano andare le elezioni 1
- Di molto bischeri, ma anche un po' grulli siamo noi italiani.
- Siamo messi male, il paese è ingovernabile, peggio di così non potevano andare le elezioni 1
- Di molto bischeri, ma anche un po' grulli siamo noi italiani.
Un grupo de estudiantes repasaba unos apuntes y otro terminaba los ejercicios de matemáticas.
Un muchacho comía uno bocadillo de queso y le decía a
su compañero que aquel día se había despertado temprano para ir a
buscar trabajo.
Una mujer que salía del local con un niño en la mano y un carrito
en la otra me indicó en donde estaba la tienda de electrodomésticos.
El dueño,
una persona muy amable, después de probar el aparato, me dijo:
- Guardi, lo spazzolino funziona bene. Ogni tanto lo deve lasciare fuori a scaricare.3
- Ocurre lo mismo que cuando vamos al médico, en la consulta nos pasan todos los males, le contesté yo sonriendo.
- Guardi, lo spazzolino funziona bene. Ogni tanto lo deve lasciare fuori a scaricare.3
- Ocurre lo mismo que cuando vamos al médico, en la consulta nos pasan todos los males, le contesté yo sonriendo.
Salí
contenta con el cepillo eléctrico en la mano y andando por la acera
pasé al lado de una pareja que se reía abrazándose. Pude entender
que era una coincidencia el haberse encontrado por aquellos parajes.
Subí al
coche y recordé que hacía tres días había encontrado por
casualidad a U. por la calle. Eran las cinco de la tarde y era muy
improbable aquel encuentro, pues él a esa hora aún trabaja y además
volviendo a casa no pasa jamás por el centro
Casi nevaba,
caía una llovizna muy fría que penetraba en los huesos. Yo iba al
gimnasio en bicicleta muy abrigada con una boina roja, una cálida
bufanda y unos guantes gruesos. Mis ojos miraban hacia delante, pues
la caperuza del impermeable me cubría la vista lateral. Había poca
gente en la piazza Duomo. Una capa gris de bruma y llovizna envolvía delicadamente la catedral. A lo lejos vi pasar deprisa a un ciclista con un gorro de lana azul
oscuro. En el instante en que nos cruzámos nos reconocimos y
después de haber recorrido algunos metros ambos dimos la vuelta atrás y
con los pies en el suelo, pero aún montados en las bicicletas nos
dimos un beso, como si hiciera mucho que no nos hubieramos visto.
Aquel beso
en medio de la plaza de la catedral fue un verdadero beso de amor.
El hecho de
habernos besado por la calle me alegró muchísimo, sin embargo
me daba cuenta de que aquella felicidad era un poco rara, pues
vivíamos juntos desde hacía muchos años.
Mientras
pensaba en eso llegué a casa. Después de haber colocado la compra en la
despensa, mientras me lavaba los dientes, seguí preguntándome:
¿Por qué las
sensaciones más bellas se me aparecen los miércoles por la mañana?
1 Vamos
mal, el país no va a poderse gobernar, peor no podía ir.
2 Nos
han tomado el pelo, pero nosotros los italianos somos un poco tontos
3 Mire,
el cepillo funciona de maravilla, lo que pasa es que tiene que
dejarlo descargar de vez en cuando.
M'encanta!
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