lunedì 19 novembre 2012

La bisabuela en las nubes - La bisnonna tra le nuvole



Un domingo de diciembre me llamó mi hermana diciéndome que habían ingresado a mi padre en el Hospital de Barcelona. Me quedé como si me hubieran echado un jarro de agua fría, porque cuando mi madre se había caído, tres años atrás, yo tampoco estaba en casa y no lograban localizarme.
Por lo que dijo mi hermana, parecía que se trataba de una embolia cerebral. El lado derecho de su cuerpo estaba paralizado, pero su cabeza seguía funcionando bien.
Llegaron las vacaciones de Navidad y pude ir a ver a mi padre. En el avión, mientras volaba hacia Barcelona, mirando las nubes pensaba en la casa antigua donde nací y me acordé de mi bisabuela Teresa, cuyo nombre mis abuelos dieron a mi madre. Murió poco antes de que yo naciera, sin embargo en nuestra familia a menudo se hablaba de ella y quien la había conocido la recordaba con cariño, por su alegría y porque había traído una oleada de felicidad a nuestra lúgubre casa.
Mi madre a veces me contaba que su abuela Teresa era hermosa y que sus ojos eran vivarachos y negros como el carbón. Su tez morena le daba un aire exótico del que ella estaba muy orgullosa. Su pecho destacaba de su cuerpo bien proporcionado que con gracia empujaba hacia adelante mientras andaba por las calles del pueblo. Cantaba mientras cocinaba o cosía, pero sobre todo le encantaba estar con la gente. Era amiga de todo el vecindario. A menudo  los invitaba  a comer en su patio lleno de flores, gesto no del todo  común en aquella época en el pueblo.
Mi padre ya no era el mismo. Apenas podía caminar y necesitaba siempre a alguien a su lado, esto lo mortificaba mucho. Los días se volvían largos junto a él. Para pasar ratos amenos durante aquellas tardes tan frías mirábamos fotografías. Una tarde cogí una caja de lata donde se hallaban las fotos más antiguas, salían retratados mis abuelos, mi madre, mi tía. Mi padre me indicó una:
- Esa es del día de la primera boda de tu bisabuela Teresa.
Inmediatamente le pregunté:
- ¿Cuántas veces se casó la bisabuela Teresa?
Mi padre, entonces me respondió sonriendo y comenzando a contarme la historia de aquella mujer, a quien él había conocido, ya vieja pero aún guapa, cuando casándose con mi madre, fue a vivir al caserón familiar.
Ella vivía en un pueblo cercano. Su padre un día la acompañó en un carro, llevando consigo solo una maleta de cartón y un baúl que contenía su mísero ajuar y su traje de novia. Aquella misma tarde se casó con el hijo mayor de mis tatarabuelos.
En seguida, por su carácter jovial, Teresa les gustó a todos los miembros de la familia, menos a Francisco, el hermano menor de su esposo, que siempre se escabullía para no tener que hablar con ella.
Francisco era pelirrojo y su pálida tez blanca estaba salpicada de pecas. Sus padres lo metieron en un  colegio de Girona, sin embargo de vez en cuando volvía  a casa para ayudar a la familia durante la cosecha de trigo, a pesar de que el viaje fuera largo y agotador.
Al cabo de dos años, Juan, el joven esposo de Teresa, murió tras una pulmonía. Sus suegros no querían perder a la nuera y le propusieron casarse con Francisco, quien entonces acababa de cumplir veinte años, pero con una condición: debía demostrar que era fértil, pues ya que no había tenido hijos con el primer marido tenía que quedarse embarazada antes de la boda. Mientras tanto, Francisco dejó el seminario y se puso a labrar la tierra.
Mi padre no supo decirme lo que había pasado, él solo recordaba que Francisco y Teresa tuvieron cuatro hijos, dos varones y dos mujeres.
Esa misma noche, en cuanto mi padre se quedó dormido, subí al desván, donde había muchos trastos viejos amontonados, para buscar en un baúl muy carcomido alguna cosa relacionada con la historia de Teresa. Encontré, bajo unas sábanas bordadas, de color gris por lo polvorientas que estaban, algunas cartas amarillentas que Teresa había escrito a Francisco. Leyendo las cartas entendí que Teresa intuía que Francisco no la quería y que sospechaba que sus suegros, amenazándolo con desheredarlo, lo habían obligado a que se casara con ella. La cosa la entristecía mucho, por eso les pidió que le dieran un poco de tiempo para pensárselo. A pesar de que se llevaba muy bien con toda la familia, no conocía para nada a Francisco y no sabía que hacer.
- Una viuda pobre no tenía más remedio que aceptar la boda con el cuñado, le decían todos sus conocidos.
Sus padres y el párroco del pueblo hacían presión para que Teresa aceptara la oferta de la familia de su difunto marido. Pero ella dudaba y quería estar segura de que lo que hacía.
Un día se acordó de los libros que Francisco dejaba sobre las sillas del comedor, que nunca se utilizaba, pues siempre comían en la cocina. Recordó que muy a menudo se los prestaba el viejo maestro del pueblo. Por lo tanto decidió ir a verle para pedirle consejo.
El profesor, que abrazaba firmemente las ideas republicanas, le dijo que no era justo que una mujer se viera obligada a casarse con un hombre que casi desconocía. Le aconsejó que escribiera una carta a Francisco.
- La correspondencia, para evitar levantar sospechas, puede pasar por mi casa. Le dijo el maestro.
Y le confesó que Francisco la rehuía porque, siendo aún muy joven e inexperto en amores, se sentía inseguro y estaba cohibido. Teresa no se lo podía creer, siempre había pensado que ella a él le caía mal.
Habían vivido algunas temporadas bajo el mismo techo y no sabía casi nada de él. Sólo lo conocía a través de los libros que leía.
En seguida él le contestó y luego le siguió escribiendo cartas muy largas. Poco a poco empezaron a conocerse y por carta se citaron para verse escondidas en el desván de la casa.
Cada noche hablaban a la luz de una vela, hasta que caían muertos de sueño. Lo primero que hacían era entablar conversaciones a cerca de los libros leídos, pero a medida que pasaban los días empezaron a salir sus sentimientos y las cartas fueron cada vez más apasionadas.
Una noche hicieron el amor sobre un viejo colchón y se sintieron felices a pesar de su amor clandestino.
Al cabo de unas semanas Teresa supo que estaba embarazada. Por aquel entonces, sus suegros, al ver que no pasaba nada, le dijeron que les entristecía mucho tener que comunicarle que ya no podían esperar más y que al día siguiente un carro la llevaría a su pueblo natal, donde una tía le daría cobijo.
Francisco se sonrojó cuando anunció a sus padres que Teresa estaba esperando un hijo suyo. Todo el mundo saltó de alegría, y prepararon la boda deprisa y corriendo.
- ¿Por qué mi madre no me había contado aquella bella historia de amor?
Al día siguiente volví al desván y por casualidad encontré en una vieja maleta las cartas que Francisco había escrito a Teresa.
Las leí casi todas, eran muy hermosas. Las desempolvé y las puse junto a las otras, pero me quedé con una de las cartas, la escondí entre las páginas del libro que en aquellos días estaba leyendo.
Volando hacia Italia, sobre las nubes, tomé mi libro y leí de nuevo la carta de mi bisabuela. 

Querido Francisco,
como en un sueño, entré en vuestra casa a los dieciocho años. Juan, tu hermano que tenía seis años más que yo, siempre fue amable conmigo y me respetó durante todo el tiempo que vivimos juntos.
Tu te estarás preguntando si le quise. Te puedo confesar que le admiraba por su bondad e inteligencia y que sufrí mucho cuando murió. Juan fue mi único y fiel pretendiente desde los quince años. A pesar de que al principio le tuviera miedo, poco a poco me fui acostumbrando a él. Mis padres, siendo pobres, vieron en Juan una buen partido. Yo no podía defraudarlos, por lo que, sin estar enamorada, acepté casarme con él.
Mi matrimonio ha durado muy poco, pero en esos dos años he aprendido muchas cosas. Todos los miembros de tu familia se portaron bien conmigo. Siempre me apoyaron, incluso cuando les propuse hacer una serie obras en el caserón, cosa que nadie había hecho.
Tú me rehuías escondiéndote detrás de tus libros. Te he ofendido en algo sin darme cuenta? De vez en cuando me dejabas un libro en una silla, que yo leía a escondidas mientras todos estabais durmiendo la siesta. 
Me encantaría hablar contigo.
Espero que me contestes
Teresa

Volví a poner la carta dentro del libro, diciéndome:
-  ¡Qué mujer tan valiente e inteligente fue mi bisabuela!
Luego me puse a mirar por la ventanilla las nubes pensando en mi padre, solo en el caserón, sin embargo, recordando sus progresos, sentí un poco de alivio.
Poco a poco sin darme cuenta me quedé dormida.  


La bisnonna tra le nuvole

Una domenica di metà dicembre ho ricevuto la chiamata di mia sorella.

- Ma dove eri? E’ da più di un’ora che ti sto chiamando, disse quasi urlando.

Poi, un po’ più calma, mi raccontò che mio padre era stato ricoverato in ospedale. Quella notizia è stata per me come una doccia fredda. Anche quando mia madre era caduta, tre anni prima, era successa la stessa cosa, il telefono squillava a vuoto.

Da quello che mia sorella diceva, sembrava che mio padre avesse avuto un’embolia celebrale. La parte destra del corpo era compromessa, ma la sua testa era ancora lucida.

- I dottori dicono che con alcune sedute di fisioterapia recupererà molti movimenti. Non è una cosa grave come sembrava all’inizio. Mi sono presa un bello spavento e tu senza farti viva.

Dopo pochi giorni, approfittando dall’inizio delle vacanze di Natale, sono partita per andare a trovare mio padre. In aereo, mentre volavo da Firenze a Barcelona pensavo a lui, che da quando era rimasto vedovo viveva da solo nella vecchia casa. Solo negli ultimi mesi aveva accettato che di notte una badante dormisse nella stanza accanto alla sua. Rimuginavo sull’inesorabile destino di quella casa e lo confrontavo col suo passato pieno di vita. Guardando le nuvole, mi è venuta in mente la bisnonna Teresa, quella che aveva dato il nome a mia madre. Non l'avevo mai conosciuta, ma tutti la ricordavano con affetto. Era una donna allegra e ridanciana, che sposandosi col mio bisnonno, aveva portato nella vecchia casa una vampata di felicità.

Mia madre mi raccontava che sua nonna Teresa aveva un bel viso con dei grandi occhi neri come il carbone. La sua carnagione scura le dava un' aria esotica di cui lei era orgogliosa. Il suo seno prominente risaltava in un corpo ben proporzionato. Lei era fiera del suo petto, che spingeva in fuori camminando per le vie del paese. Cantava mentre cucinava o quando cuciva, seduta nel cortile. Amava stare con la gente, ben presto si era fatto amico tutto il vicinato. Invitava spesso parenti e amici a mangiare nel suo patio pieno di fiori, gesto non molto comune nel paese.

Trovai mio padre cambiato. Camminava a stento, aveva bisogno sempre di qualcuno, questo lo mortificava. Le giornate col malato scorrevano lente. La mattina lo portavo fuori e seduti su una panchina gli leggevo il giornale. Dopo pranzo lui faceva un sonnellino piuttosto lungo, poi gli preparavo un infuso e giocavamo a carte. Un pomeriggio abbiamo guardato fotografie. Da una vecchia scatola di latta, dove erano raccolte le fotografie più antiche, ne ho tirato fuori alcune, dove apparivano, i miei nonni, mia madre e la sorella. Poi lui me ne ha indicato una.

- Questa è la fotografia del giorno delle prime nozze della tua bisnonna Teresa, disse mio padre.

- Ma quante volte si è sposata la bisnonna?

Mio padre cominciò a raccontarmi la storia di quella donna, che lui aveva conosciuto il giorno in cui andò ad abitare nella casa della famiglia di mia madre.

La bisnonna era arrivata da una frazione vicina, su un carro accompagnata dal padre, con un baule che conteneva il suo corredo. Si sposò con Juan, il figlio maggiore dei miei trisnonni. Subito si sentì amata, per il suo carattere gioviale, da tutti i membri della famiglia, tranne che da  Francisco, il figlio più piccolo. Francisco aveva un bel viso incorniciato da folti capelli rossi. I suoi genitori l'avevano mandato a studiare in collegio in una città vicina. Ogni tanto, però, nel periodo dei raccolti, ritornava a casa, per aiutare la famiglia.

Dopo due anni Juan morì di polmonite. I suoceri non volendo perdere la brava nuora, le proposero di maritarsi con Francisco, allora ventenne, ma a una condizione: doveva dimostrare di essere fertile, rimanendo incinta prima del matrimonio. Nel frattempo Francisco lasciò gli studi e dovette prendere le redini dei lavori agricoli.

Mio padre non seppe dirmi come andò la vicenda del secondo sposalizio della bisnonna, ma si ricordava che Teresa e  Francisco avevano avuto quattro figli: due maschi e due femmine.

L’indomani, mentre lui dormiva, andai in soffitta a cercare qualche testimonianza di quella storia. In una valigia trovai le lettere ingiallite che Teresa aveva scritto a  Francisco. La calligrafia era bella, da cui dedussi che Teresa aveva avuto la fortuna di frequentare la scuola primaria. Lessi tutte le lettere, poi ne presi una e la infilai tra le pagine del libro che stavo leggendo.

Dalla fitta corrispondenza capii come era andata la faccenda. Teresa credeva di non piacere a Francisco e sospettava che i suoi suoceri stessero minacciando di diseredarlo, se non avesse accettato lei come sposa. Questo pensiero la rattristava molto. Lei si trovava bene in quella famiglia, ma conosceva appena  Francisco e lui sembrava volere scappare ogni volta che si incontravano. Cosa doveva fare? Una donna vedova e povera non aveva molte scelte, le dicevano tutti. I suoi genitori e il prete del paese la spingevano ad accettare la proposta della famiglia del suo defunto marito. Ma lei dubitava.

Un giorno le vennero in mente i libri che  Francisco lasciava su una sedia della sala da pranzo, stanza dove non entrava mai nessuno, la famiglia consumava tutti i pasti nella grande cucina. Aveva sentito dire alla suocera che  Francisco prendeva i libri in prestito dal vecchio maestro del paese. Allora decise di andare dall'insegnante per chiedergli consiglio.

Il maestro, che abbracciava fermamente le idee repubblicane, le disse che non era giusto che una donna si vedesse obbligata a sposare un uomo quasi sconosciuto. Le consigliò di scrivere una lettera a  Francisco. La corrispondenza, per non destare sospetti, poteva essere indirizzata al maestro.

- Ma lui mi ignora ed è sempre scontroso, disse Teresa.

-  Francisco agisce così perché è inesperto in amore ed ha paura di fare brutte figure.

Teresa non ci poteva credere, aveva sempre pensato che lui non fosse interessato a lei. Scrisse una lettera a  Francisco. Lui rispose subito. Cominciarono così, con l’aiuto del maestro, una lunga corrispondenza. Una notte si diedero appuntamento in soffitta. All’inizio si sentivano un po’ in imbarazzo. Francisco acese una candela e cominciò a parlare del libro che stava leggendo. Teresa lo ascoltava concentrata e ogni tanto gli chiedeva qualcosa.

Via via che passavano i giorni imparavano a conoscersi e piano piano a capire i loro sentimenti. Le lettere diventavano sempre più appassionate. Una notte si amarono su una vecchia pancaDopo qualche settimana Teresa capì di essere incinta. Francisco ne fu molto contento.

In quei giorni i suoceri, vedendo che niente accadeva, fecero sapere alla nuora che non potevano aspettare più a lungo e che tra due giorni sarebbe stata riaccompagnata dalla sua famiglia di origine.  Francisco arrossì mentre annunciava:

- Teresa aspetta un figlio mio.

Tutti saltarono dalla gioia e prepararono in fretta e furia le seconde nozze.

- Perché mia madre non mi aveva mai raccontato quella bella storia d'amore? Mi domandai.

L'indomani ritornai in soffitta e ritrovai in un baule alcune lettere che Francisco aveva scritto a Teresa. Dopo averle lette, le ordinai e le misi, insieme alle altre. Raccontai a mio padre della scoperta, ma lui non sembrava molto interessato a quelle lettere.

- Prendile, io non so cosa farne.

Mio padre piano piano cominciava a muovere la parte destra del corpo, non bisognava più imboccarlo. Dopo le feste sono ripartita per Firenze. Mentre volavo verso l'Italia ho riletto la lettera che avevo nascosto nel mio libro.

Caro Francisco,

come in un sogno sono stata catapultata nella vostra casa, quando avevo appena diciotto anni. Tuo fratello, più grande di me di sei anni, è stato sempre gentile e mi ha voluto bene durante il breve tempo che abbiamo vissuto insieme. Ti chiederai se anch’io lo amavo. Ti posso dire che ammiravo la sua bontà e la sua intelligenza. Juan è stato il mio primo e fedele pretendente, allora avevo quindici anni e ne ero intimorita, ma lentamente mi abituai a lui. I mie genitori, essendo più poveri di voi, vedevano in  Juan un buon partito. Io non potevo deluderli, per cui, anche se non ne ero innamorata, acconsentii alle nozze. Il mio matrimonio è durato così poco. Ho trascorso due anni belli a casa vostra. I tuoi mi hanno fatto sentire sempre a mio agio. Mi hanno permesso di fare piccole lavori di muratura nella vostra casa secolare, cosa che nessuno aveva mai osato fare prima.

Tu invece mi sfuggivi sempre. Forse senza volere, ti ho fatto qualcosa di male? Quando entravo in cucina ti nascondevi dietro i tuoi libri. Ogni tanto ne lasciavi uno dimenticato su una sedia che io leggevo di nascosto, mentre tutti dormivate la siesta.

Ho sofferto dopo la morte di Juan, ma adesso ho voglia di rinascere.

Vorrei tanto che tu mi rispondessi

Teresa

Ho rimesso la lettera dentro del libro e mi sono detta:

- E’ stata brava la bisnonna a fare il primo passo, ha agito con intelligenza e coraggio.

Ho guardato a lungo dal finestrino le nuvole e ho pensato di nuovo a mio padre nella vecchia casa, mi sono sentita un po’ sollevata ricordando che non era da solo e senza quasi accorgermi, mi sono appisolata.




4 commenti:

  1. Quina historia més preciosa.... d'aquelles que hem vist en alguna película costumbrista amb paisatges molt verds i cases grans..... felicitats!!. He pogut llegir-la des de el Facebook de la teva germana Carmen. Sòc en Joan Dávila. Molt cordialment reb un petonàs malgratenca!!.

    RispondiElimina
    Risposte
    1. Moltes gracies per llegir els meus relats. Alguna cosa es fruit de la meva fantasia, pero la major part de la historia es real,
      Un abbraccio

      Elimina
  2. Molt maco, no l'he llegit fins avui.
    Cada parella podria explicar histories d'amor.
    Soc la cosina M.Rosa

    RispondiElimina
  3. Pero que historia más BONITA.

    RispondiElimina