Las
tardes de los domingos invernales son lánguidas, no acaban
de pasar nunca, se hace de noche muy temprano, además hay que
prepararse mentalmente para ir al trabajo al día siguiente, en eso
pensaba Francisca aquella mañana lluviosa, cuando el móvil empezó
a vibrar por la llegada de un mensaje.
He
organizado una tertulia literaria en casa esta tarde. Un amigo
presentará un libro de viajes ¿Os apetece venir? Os espero a las
seis,
decía el texto de Manuela.
La
mañana pasó volando, entre el desayuno lento, la lectura de un libro que había empezado el día anterior, la búsqueda de un quiosco abierto para comprar el
periódico y un paseo por el barrio.
Francisca
puso un mantel color fresa en la mesa quizás para dar un poco de vida al día
gris. Los hijos treintañeros ya no vivían en casa, por lo tanto ella y su marido se apañaban comiendo poca cosa.
-
Hay un poco de tortilla de patatas en la nevera, dijo él.
-
Si, con una buena ensalada y rebanadas de pan con tomate, ya
estamos listos.
Mientras
comían, Francisca le comentó al marido que su amiga Manuela había
organizado una tertulia literaria.
-
No tengo ganas de ir con ese tiempo tan malo, prefiero quedarme en
casa leyendo, dijo él.
Vivían
bastante cerca de Manuela, por lo tanto Francisca, pensó que no le
iba a costar nada coger un paraguas e ir a pasar allí la tarde.
Francisca
no es que fuera una maniática del orden, sin embargo a ella no le
gustaba que se le acumularan los trastos en casa, por eso cada
atardecer cuando salía a compar o iba al gimnasio solía ir a tirar la
basura, aunque fuera poca cosa.
Se
puso el impermeable y las botas para salir. Dejó una bolsa negra que contenía
botellas de vidrio y otra azul, con deshechos de plástico, en los
respectivos contenedores de la esquina. Llegó al portal de Manuela,
tocó el timbre y mientras esperaba a que le abrieran la puerta llegó
una pareja.
-
¿Quién es ? Dijo una voz por el interfono.
-
Soy Francisca con …..... dijo ella mirando a la pareja recién
llegada y ellos añadieron …. con
Anna y Bruno.
Cruzaron
los tres un patio interior hasta la vivienda de Manuela, que
estaba ubicada en el fondo de un pequeño jardín en un edificio
antiguo que había sido un convento de monjas. Salió a recibirlos
fuera de la puerta Michele, Francisca entonces recordó que Michele era el
dueño del apartamento. Se lo había alquilado a Manuela porque él
se había ido al extranjero. Cuando estaba de paso
por Firenze, Manuela lo invitaba siempre.
Anna
y Bruno eran dos jóvenes arquitectos, ella napolitana y el francés,
quienes al principio, al no conocer a nadie, charlaron con ella y Michele; les contaron que habían ganado una beca y que estaban muy a gusto en
Firenze, a pesar de que cobraran muy poco por las tantas horas que dedicaban a su tesis doctoral.
Llegaron otros tres o cuatro invitados, la pareja de
arquitectos se sentó en el sofá y Francisca se quedó hablando con
Michele. Él le dijo que vivía en Barcelona, donde, cinco años atrás, se había trasladado por el trabajo de su mujer: él era
periodista, ella hacía parte de una un grupo de modistos de una casa
de moda juvenil.
-
Me encanta el barrio de Gracia, es tranquilo y en él aún perduran
costumbres de pueblo, sin embargo es a la vez mundano y
cosmopolita; hay buena vida cultural y para los niños es cómodo,
pues hay varias escuelas y muchas zonas verdes y parques. ¿Sabes que estoy aprendiendo catalán, me lo enseñan mis hijos? Acabó dicéndole Michele.
Al
cabo de un rato Manuela salió de la cocina con dos mujeres rubias de
unos cincuenta años. Ambas se
parecían, quizás porque las dos eran
simpáticas y dicharacheras.
- Te presento a mis amigas, Paola y Nicoletta, nos conocimos el año pasado en Nepal, le dijo Manuela antes de escabullirse entre los invitados.
- Te presento a mis amigas, Paola y Nicoletta, nos conocimos el año pasado en Nepal, le dijo Manuela antes de escabullirse entre los invitados.
Las rubias le contaron a Francisca que desde que una se había
quedado viuda y la otra se había divorciado, se lo pasaban la mar de
bien saliendo juntas. Tenían buenos empleos, una era psicóloga y
la otra abogada y sus hijos ya se las apañaban solos. Le hablaron también de sus viajes
exóticos por el mundo e iban repitiendo sin cesar que lo único que querían
era disfrutar y olvidar los malos tragos de la vida.
Luego le preguntaron a Francisca a qué se dedicaba ella, pero más que
nada les interesaba su vida privada.
-
¿Y tú que tal te llevas con tu pareja? Le preguntó
Nicoletta a bocajarro.
- Bueno, bastabte bien, le contestó Francisca, un poco incómoda.
Manuela
llegó con una copa de vino y a bracete con un chico de unos cuarenta
años.
-
Él es Gianluca, mi amigo escritor y ornitólogo, quien estuvo viviendo tres años en Siria para estudiar los Ibis, una especie de pájaros migratorios,
que se creía extinguida en aquella zona y que él ha demostrado que algunos ejemplares
han logrado sobrevivir.
Gianluca
llevaba una camisa ancha, unos vaqueros muy gastados y era más bien
tímido, pero cuando se animaba le gustaba contar sus hazañas por
esos mundos de Dios; les dijo que había vuelto a Firenze para ver a sus padres y que iba a quedarse unas semanas, pero que se sentía un poco desplazado, pues empezaba a añorar el
campo, viviendo como vivía en una zona rural del sur de Córcega. Les siguió contando que se alojaba en la parte alta de la ciudad con su mujer y los dos
gemelos recién nacidos
-
A veces siento que me sofoco, por eso salgo a pasear a lo largo del río
y entonces me apaciguo mirando los pájaros acuáticos.
Manuela
dio inicio a la presentación del libro apagando las luces e
invitando a la gente a que se sentara en los sofás, butacas y sillas desparramadas por la sala.
Gianluca
proyectó diapositivas y leyó algunos trozos de su libro, que era
una especie de diario en el que relataba su larga investigación
ornitóloga en Siria y sobre todo algunas anéctdotas de su vida y de la de sus ayudantes en los campos de trabajo, antes de que estallara la
guerra.
Francisca
sentada en uno de los sofás escuchaba con atención y observaba a
los tertulianos.
Manuela
era una buena anfitriona, iba pasando con una bandeja llena de copas
de cava y galletas. Michele se introdujo en la charla pidiendo a
Gianluca algunas cosas sobre la historia reciente de Siria.
-
Caramba, tu compañero sabe mucho de Medio-Oriente, le dijo Paola a
Francisca, quien estaba sentada a su lado.
-
Michele nos es mi marido y además es mucho más joven que yo, le
contestó Francisca riendo porque había caído en la cuenta de que
Paola y Nicoletta al verlos entrar juntos, a ella y a Michele, se
habían confundido creyendo que fueran pareja.
La
charla terminó hacia las ocho y Francisca se levantó del sofá para
marcharse; mientras se ponía el abrigo pensó en que para los ojos de las rubias por dos horas había sido otra persona.
Se
despidió de todos contenta de haberlos conocido y besando a Manuela
le agradeció aquella tarde tan amena.
Se puso el gorro y la bufanda de lana que llevaba en el bolso, pues al salir tiraba
viento frío. Cuando llegó a casa su marido había preparado una
sopa de verduras y había puesto la mesa con esmero.
Cenando Francisca le comentó
la historia de los pájaros de Siria y también le habló de las
personas que había conocido aquella tarde.
Francisca, mientras sacaba la mesa, pensó en el vuelco que había dado su vida
muchos años atrás cuando se había mudado de Barcelona a Firenze. Seguía
contenta por la decisión que había tomado una tarde de antaño, comprando un gran bolsa de viaje en una tienda del Paseo de Gracia y sacando, en la estación de Francia, el billete de ida para Italia.
Els ucells de Siria
Els ucells de Siria
Les tardes dels diumenges d'hivern són lànguides, no
acaben de passar mai, es fa de nit molt d'hora, a més cal
preparar-se mentalment per anar a la feina al dia següent, això
pensava la Francisca aquell matí plujós, quan el mòbil va començar
a vibrar per l'arribada d'un missatge.
He organitzat una tertúlia literària a casa aquesta
tarda. Un amic presentarà un llibre de viatges. Us ve de gust venir?
Us espero a les sis, deia el text de la Manuela.
El matí va passar volant, entre l'esmorzar lent, la
lectura d'un llibre que havia començat el dia anterior, la recerca
d'un quiosc obert per comprar el diari i un passeig pel barri.
La Francisca va posar unes estovalles color maduixa a la
taula potser per donar una mica de vida al dia gris. Els fills que
gaira be tenien trenta anys ja no vivien a casa, per tant ella i el
seu marit no s'entretenien gaire cuinant.
- Hi ha una mica de truita de patates a la nevera, va
dir ell.
- Si, amb una bona amanida i dues llesques de pa amb
tomàquet, ja en tenim prou.
Mentre menjaven, la Francisca li va comentar al marit
que la seva amiga Manuela havia organitzat una tertúlia literària.
- No tinc ganes d'anar hi amb aquest temps tan dolent,
prefereixo quedar-me a casa llegint, va dir ell.
Vivien bastant a prop de la casa de la amiga, per tant la
Francisca, va pensar que no li costaria res agafar un paraigua i anar
a passar-hi la tarda. La Francisca no és que fos una maniàtica de
l'ordre, però a ella no li agradava que se li s'acumulessin els
trastos a casa, per això cada vespre quan sortia a compar o anava al
gimnàs anava a llençar les escombraries, encara que fos poca cosa.
Es va posar l'impermeable i les botes per sortir.
Va deixar una bossa negra que contenia ampolles de vidre
i una altra blava, amb desfets de plàstic, en els respectius
contenidors de la cantonada. Va arribar al portal, va tocar el timbre
i mentre esperava que li obrissin la porta va arribar una parella.
- Qui és? Va dir una veu per l'intèrfon.
- Sóc La Francisca amb ....... va dir ella mirant a
la parella nouvinguda i ells van afegir .... l'Anna i en Bruno.
Van
creuar tots tres un pati interior fins a la caseta de la Manuela,
que estava ubicada al fons d'un petit jardí en un edifici antic que
havia estat un convent de monges. Va sortir a rebre'ls fora de la
porta en Michele, la Francisca llavors va recordar que era l'amo de
l'apartament. L'hi havia llogat a la seva amiga perquè ell s'en havia
anat a l'estranger. Quan estava de pas per Firenze, la Manuela el
convidava sempre.
L'Anna i en Bruno eren dos arquitectes joves, ella
napolitana i el francès, que al principi, al no conèixer a ningú,
van xerrar amb la Francisca i en Michele; els van explicar que havien guanyat
una beca i que estaven molt a gust a Firenze, tot i que cobressin
tan poc per les moltes hores que dedicaven a la seva tesi doctoral.
Van arribar altres tres o quatre convidats, la parella d'arquitectes
es va asseure al sofà i la Francisca es va quedar parlant amb en
Michele. Ell li va dir que vivia a Barcelona, on, cinc anys
enrere, s'havia traslladat pel treball de la seva dona: ell era
periodista, ella feia part d'una un grup de modistes d'una casa de
moda juvenil.
- M'encanta el barri de Gràcia, és tranquil i
encara perduren costums de poble, però és alhora mundà i
cosmopolita; hi ha bona vida cultural i per als nens és còmode, ja
que hi ha diverses escoles i moltes zones verdes i parcs. Saps que
estic aprenent català, m'el ensenyen els meus fills? Va acabar dient
li en Michele.
Al cap d'una estona la Manuela va sortir de la cuina amb
dues dones rosses d'uns cinquanta anys. Les dones s'assemblaven,
potser perquè eren simpàtiques i xerraires.
- Et presento a les meves amigues, Paola i Nicoletta,
ens vam conèixer l'any passat al Nepal, li va dir la Manuela abans
d'anar servint begudes als convidats.
Les dones rosses li van explicar que des que una
s'havia quedat vídua i l'altra s'havia divorciat, s'ho passaven la
mar de bé sortint juntes. Tenien bones feines, una era psicòloga i
l'altra advocada i els seus fills ja les arreglaven sols. Li van
parlar també dels seus viatges exòtics pel món i anaven repetint
que l'únic que volien era gaudir i oblidar els mals glops de la
vida. Després li van preguntar a la Francisca a què es dedicava
ella, però més que res els interessava la seva vida privada.
- I tu que tal et portes amb la teva parella? Li va
preguntar la Nicoletta de cop.
- Bé, bastant bé, li va contestar la Francisca, una
mica incòmoda.
La Manuela va arribar amb una copa de vi i a bracet amb
un noi d'uns quaranta anys.
- Us presento en Gianluca, el meu amic
escriptor i ornitòleg, que va estar vivint tres anys a Síria per
estudiar els Ibis, una especie d'ocells migratoris, que tothom creia
extingida en aquella zona i que ell ha demostrat que alguns exemplars
han aconseguit sobreviure.
Gianluca portava una camisa ampla, uns
texans molt gastats i era més aviat tímid, però quan s'animava li
agradava explicar les seves gestes per aquests mons de Déu; els va
dir que havia tornat a Firenze després de cinc anys i que es sentia
una mica desplaçat, enyorava el camp, vivint com vivia en una zona
rural de Còrsega. Va dir que s'allotjava a la part alta de la ciutat
amb la seva dona i els dos bessons acabats de néixer
- De vegades em sento sufocat, allavors surto a passejar
alabora del riu i trovo la pau mirant els ocells aquàtics.
La Manuela va començar la presentació del llibre apagant
els llums i convidant a la gent a que s'assegués en els sofàs,
butaques i cadires escampades per la sala.
Gianluca va projectar diapositives i va llegir alguns
trossos del seu llibre, que era una mena de diari en el qual
explicava la seva llarga investigació ornitóloga i la vida que va
portar ell i els seus ajudants a Síria, abans que esclatés la
guerra.
La Francisca asseguda en un dels sofàs escoltava amb
atenció i observava als tertulians. La Manuela era una bona
amfitriona, anava passant amb una safata plena de copes de cava i
galetes. En Michele es va introduir a la xerrada demanant a en Gianluca
algunes coses sobre la història recent de Síria.
- Caram, caram, el teu company sap molt de Medi-Orient,
li va dir a la Francisca Paola, qui estava asseguda al seu costat.
- En Michele no és el meu marit i a més és molt més
jove que jo, li va contestar la Francisca rient perquè s'havia
donat compte que Paola i Nicoletta en veure'ls entrar junts, s'havien confós creient que fossin parella.
La xerrada va acabar cap a les vuit, la Francisca es va
aixecar del sofà per anar-se'n; mentre es posava l'abric va pensar
que per els ulls d'aquelles dues dones rosses per dues hores havia
estat una altra persona. Es va acomiadar de tots contenta d'haver-los
conegut i besant a Manuela li va agrair aquella tarda tan amena.
Es va abrigar amb una gorra de llana i una bufanda doncs
al sortir tirava vent fred. Quan va arribar a casa el seu marit li
havia preparat una sopa de verdures i havia parat la taula. Mentre
sopaven la Francisca li va parlar de la tertúlia literària i de les
persones que havia conegut aquella tarda, també li va explicar la
història dels ocells Ibis de Síria.
Mentre desparava la taula la Francisca va pensar en el
tomb que havia donat la seva vida quan molts anys enrere s'havia
traslladat a Firenze. Encara estava contenta de la decisió que havia
pres aquella tarda llunyana en que es va comprar una maleta en una
botiga del Passeig de Gràcia de Barcelona y va anar a la estació de
França a comprar se el billet de anada cap a Italia.