El día que se marchó a Argentina, hizo la maleta a escondidas. Metió ropa de abrigar, zapatos de recambio, un collar de nácar, dos libros, un cuaderno, algunas fotografías, dos casetes de un cantautor catalán y un neceser repleto de jabones y cosméticos. Colocó en el forro de la mochila el billetero, el pasaporte y el llavero. Antonio guardó los pasajes y demás papeles para viajar.
Cuarenta años después, en Buenos Aires, mientras preparaba el equipaje para el viaje de vuelta a Barcelona, le preguntó a su hija, Maribel:
—¿Has visto mi llavero redondo? El plateado, el que me regaló tu padre.
—¡Mamá, tenés que estar tranquila! Quizás esté en el macuto, aquel que no quisiste tirar.
—¡Qué boluda que soy! Tienes razón.
—¿Te acordás? Lo guardaste en el trastero, le contestó Maribel.
—¡Qué suerte que durante la mudanza no se haya perdido! Exclamó, más tarde, con el llavero en la mano.
Llegó a España con la obsesión por introducirse en la casa de sus antepasados.
El segundo día, se armó de valor y, después de cenar, salió del hotel y se dirigió a la mansión que había construido su bisabuelo, el que se fue a Cuba. Por suerte no había ninguna farola cerca de la puerta, tampoco se veía luz en las ventanas de la casa de enfrente y pasó desapercibida. La llave entró bien en la cerradura y abrió el portalón. Su corazón le latió fuerte cuando le llegó el olor a humedad. Encendió la linterna del móvil e iluminó la cómoda del zaguán. Era un mueble antiguo, con dos cajones y armarios, que su abuela, Amelia, hizo restaurar a Joanet, el ebanista. Encima había un platillo con un llavero de plata, de forma de estrella. Marina lo reconoció: era el juego de llaves de su madre y le temblaron las piernas. Se repuso y entró en el salón. Se impresionó al ver las siluetas de los muebles cubiertos por sábanas polvorientas, las marcas de los cuadros que faltaban en las paredes y la tapicería deslucida.
—¿Por qué Mercedes ha descolgado los cuadros?
Levantó la sábana de la vitrina y descubrió el marco de una fotografía bocabajo; al darle la vuelta, apareció el retrato de su madre y se sintió desfallecer. No llegó a entrar en el cuarto de estar; cerró la puerta y volvió al hotel.