sabato 15 settembre 2018

El cuaderno azul
















La pareja ya no es joven, llevan juntos más de cuarenta años, sin embargo las vacaciones en la isla griega son las primeras en que van a ir completamente solos. La mayor parte de los viajes, cuando eran jóvenes, los hicieron con amigos, en autoestop, tiendas de campaña y sacos de dormir, recorriendo la península y las Baleares; más tarde, yendo de camping en furgonetaatravesaron toda Europa con los hijos pequeños y luego adolescentes; en los últimos años, desde que los padres de ambos fallecieron y los hijos volaron por su cuenta, volvieron a viajar con amigos, pero con más comodidades, en avión y hoteles de dos o tres estrellas.
Se alojan cerca de Candia, han alquilado un coche. El primer día visitan la capital, ciudad cargada de vestigios venecianos, otomanos y judíos; les encanta esa mezcla de edificios nobles, mezquitas y sinagogas. Otro día recorren bastantes kilómetros para ir a Cnosos, a ver los restos de la antigua civilización minoica y luego la ciudad de Herackleo con su museo arqueológicos. Cuando van a visitar el palacio y los jardines de Cnosos, al marido se le nota contento, a pesar del calor agobiante que acecha y de la cola que les toca hacer para sacar las entradas; él tira muchas fotos y disfruta admirando la parte arquitectónica y artística de la ciudadela. En el museo hay frescos, utensilios, vasijas y sarcófagos muy bien conservados, ella se para largo rato en frente de las vitrinas que contienen pequeños objetos a uso doméstico, porque le encanta imaginarse como se engalanaban las mujeres cretenses de dos mil años atrás. Además de las joyas, pendientes, alfileres, brazaletes y collares, también hay peines, peinetas u otros utensilios para arreglarse el pelo. En otra vitrina más pequeña hay, entre otros objetos de metal, unas pinzas para las cejas.
- Mira por donde, las cretenses también se esmeraban depilándose, se dice sonriendo.
Algunas mañanas no les apetece coger el coche y se quedan en una playa cercana, otras van a descubrir bahías paradisíacas, con arena blanca y aguas turquesas. Lo malo es que esos lugares están bastante lejos de Candia y que, a causa del relieve accidentado de la isla, las carreteras están llenas de curvas. Saliendo temprano consiguen llegar hacia las once de la mañana, por consiguiente las playas ya están abarrotados de gente, porque las agencias locales organizan excursiones para los turistas, que se desplazan a manadas en cruceros u otros barcos. 
La mujer sentada en la playa lee un libro, pero se da cuenta de que el marido, bajo la pequeña sombrilla, sufre más que ella por el aire tórrido y por la cantidad de veraneantes a su alrededor, por eso le propone al día siguiente ir a visitar Retimno, una ciudad de la costa norte, a unos setenta kilómetros de la capital y luego Arkadi, un monasterio ortodoxo, ubicado en el interior.
A pesar del navegador, que consultan sin cesar, se pierden en una encrucijada de la autovía. No riñen, pero les falta poco.
- En el coche es donde nos peleamos más, pero hoy lo hemos evitado, porque nos hemos esforzado en no querer darnos la culpa, uno al otro, se dice la mujer, aliviada.
La ciudad es pequeña, los dos, él con el gorro blanco y ella con un sombrero de paja, pasean por las callejuelas, llenas de tiendas y abarrotadas de turistas, que desembocan en el puerto viejo. En lo alto divisan un edificio amurallado. Visitan los restos de la fortaleza veneciana, hay pocos turistas y muchos gatos que corren por las ruinas. Bajan por unas escaleras a un subterráneo con un olor raro, donde hay dos chicas sonrientes que venden productos artesanales. En uno de los pequeños descansillos de las escaleras empinadas y en los rincones del sótano hay gatos echados. Algunos duermen, otros se les nota enfermizos. En una mesa hay una pila de cuadernos, la mujer compra uno azul, mientras, el gatito, que está dormitando sobre unos trapos, dentro de una caja de cartón, levanta la cabeza lentamente y la observa.
- ¡Cuántos gatos tristes que hay ahí abajo! Será la sede de una entidad protectora de animales, le dice ella al marido, subiendo por las escaleras.
Van a visitar el monasterio, famoso porque fue un centro de resistencia contra la ocupación otomana. Hay poca gente, pasean alrededor del muro que lo rodea y admiran la belleza de la fachada renacentista de la iglesia. De vuelta cae un fuerte aguacero por la autovía, pero al llegar a casa notan que todo está seco, allí no ha caído ni una gota de agua. Van a cenar a un chiringuito que está cerca de la playa, al otro lado de la carretera. Entrando perciben un olor muy bueno de ajo y romero. Antes de sentarse en la terraza, ven por el rabillo del ojo una parte de la cocina. En unas grandes brasas están asando pescado, por eso deciden que van a comer sardinas. Piden vino tinto de la isla, se lo sirven frío.
- Es la noche del eclipse de luna ¿Te acuerdas? Va a empezar hacia las nueve y media. Brindemos, dice él, mientras levanta la copa de vino.
Vuelven al apartamento que han alquilado a poco kilómetros de Chania. Se sientan en las tumbonas y siguen escrutando el cielo. Se ve la luna llena y Marte, que parece una estrellita. Marido y mujer están silenciosos mientras exploran el trozo de universo en el que están metidos. De vez en cuando el marido tira una foto al satélite, luego mira a la mujer y le cuenta:
- He leído que la Luna permanecerá al menos parcialmente a la sombra de la Tierra durante cuatro horas y que con Marte irán de la mano durante buena parte de la noche. Eclipses tan largas, de luna llena, en las que los dos estén tan cerca de la Tierra ocurren cada 25.000 años, le dice él.
- ¿Desaparecerá un poquito la luna o no? Le pregunta ella.
- Verás que la Luna no desaparece completamente de la vista, sino que adquiere una tonalidad rojiza. Luna de sangre o luna roja la llaman. Esto se debe a que la atmósfera de la Tierra, actúa como una lente que desvía la luz del Sol y filtra eficazmente sus componentes azules, de manera que deja pasar solo la luz roja que será reflejada por el satélite. Así, la Luna adquiere el resplandor cobrizo tan característico.
- ¡Pues qué bien! Tenemos toda la noche por delante. Voy a escribir algo sobre nuestro viaje, vuelvo dentro de un rato.
La mujer se levanta, busca en el bolso el cuaderno azul y se pone a escribir.
Tersanas 27 de julio de 2018
Querida Sara:
Te escribo desde un pueblecito de la costa noroeste de Creta. El apartamento que hemos alquilado es muy pequeño, pero tiene dos terrazas con vistas al mar. Ya es de noche, estoy sentada en la tumbona de la primera terraza, en donde desayunamos cada mañana. He apuntado algo sobre nuestro viaje, luego he pensado en ti con un poco de añoranza, pues este verano no nos vamos a ver. Durante cuarenta años no he fallado nunca, siempre he ido de vacaciones a nuestra aldea, pero este año deseaba que fuera distinto, los dos solos, algo más intimo, ya que siempre estamos rodeados de gente.
Veo el perfil de la costa y siento a lo lejos el ruido del mar. Hace viento, pero no me molesta porque es caliente. Antes estaba con él en la otra terraza, la más pequeña, por donde sale el sol. Sentada a su lado he disfrutado su compañía silenciosa y la de luna de sangre. Tú quizás también estés con Juan, en la azotea de tu casa, mirando hacia arriba.
Me apetecía escribirte en esa noche especial, tenemos tiempo pues el eclipse de luna va a durar mucho.
Me dijiste, que este verano no ibais a ir de vacaciones, pero estoy segura de que vuestros hijos os lo agradecerán cuando sean mayores. Es una edad mala la de los dieciséis, no se les puede dejar solos, ni siquiera es una buena idea que salgan de viaje con nosotros. Me acuerdo de nuestro pequeño, la últimas vacaciones que hicimos juntos nos tocó hacer cantidad de kilómetros para ir a visitar el campo de fútbol de Zaragoza, para que él estuviera contento, pues con nosotros se aburría cantidad; su hermana por aquel entonces ya tenía casi dieciocho y se fue a veranear unos días con la familia del chico con quien salía.
El año que viene para ti todo será más fácil, verás. Estoy segura de que tú y Juan vais a poder salir de viaje. Os merecéis días y días de ocio, desde que fuisteis a Rusia y adoptasteis los dos niños no habéis podido relajaros ni un momento.
Tú no paras, te imagino corriendo todo el día de aquí para allá, desde que te has pre-jubilado aún peor ¿No?Pero gracias a tu energía y a tu obstinación, has logrado montar una academia para alumnos con problemas escolares. Gracias a ti, tus hijos han conseguido la titulación necesaria para que puedan entrar en el mundo del trabajo. Te admiro de verdad.
Me encanta que me llames al anochecer, cuando sacas a pasear a las perras por la playa. Oigo sus ladridos y los ruidos de fondo. ¿Te acuerdas del día en que unos guardias urbanos te querían poner una multa porque habías aparcado mal y por llevar los perros sueltos? Fue divertido, yo al teléfono escuchando vuestra conversación y pensando en lo bien que lo estabas haciendo, discutiendo con ellos con amabilidad y diplomacia; así evitaste la multa.
Yo te escribo y tú me llamas. A mí me cuesta ponerme a hablar por teléfono contigo y a ti escribirme cartas, sin embargo no hemos dejado de comunicarnos desde que me marché de nuestra tierra. ¡Qué amistad!
Espero que tengáis un verano bonito y sobre todo poco ajetreado.
Un abrazo muy fuerte
Mientras está terminando la carta, le llega por el móvil una foto lunar de su hija desde el cielo de Madrid, luego otra del hijo desde Florencia. Al cabo de poco recibe otra imagen lunar de su hermano que vive  cerca de Barcelona, es una Luna preciosa y ella piensa:
- A esa luna de sangre se le nota la mano de un fotógrafo.
Está contenta porque se siente cerca de las personas que más quiere y mientras está escribiendo en el móvil a sus hijos y a su hermano, recibe un mensaje de Sara, que dice:
Mirando el cielo pienso en que tú también estarás con la cabeza doblada hacia las estrellas, por eso siento que, a pesar de vivamos tan lejos, estamos muy cerca.
- Es pura telepatía, murmura la mujer mirando la carta que ha escrito y aún no ha enviado.
La mujer sonríe, deja el cuaderno azul encima de la mesa, va a la terraza pequeña, se acurruca al lado del marido y le dice:
- Esta noche isleña es una de las más bonitas de mi vida.
- Yo también estoy muy a gusto a solas contigo, mirando el cielo, le dice él.
- ¡Ah, qué no se me olvide! Mañana tengo que ir a comprar, un sobre y un sello y  luego hay que  buscar un buzón ¿Me lo recordarás?
- ¡Seguro, mi amor!
La pareja  se queda quieta largo rato en la terraza mirando el cielo, hasta que  ambos caen rendidos de sueño.





2 commenti:

  1. Uns records, unes vivencies, un estil, relacions humanes, relat desciptiu, m' agrada la teva expresió escritural.Brava profesora!!

    RispondiElimina