domenica 12 novembre 2017

Los pájaros de Siria - Els ucells de Siria











Las tardes de los domingos invernales son  lánguidas, no acaban de pasar nunca, se hace de noche muy temprano, además hay que prepararse mentalmente para ir al trabajo al día siguiente, en eso pensaba Francisca aquella mañana lluviosa, cuando el móvil empezó a vibrar por la llegada de un mensaje.
He organizado una tertulia literaria en casa esta tarde. Un amigo presentará un libro de viajes ¿Os apetece venir? Os espero a las seis, decía el texto de Manuela.
La mañana pasó volando, entre el desayuno lento, la lectura de un libro que había empezado el día anterior, la búsqueda de un quiosco abierto para comprar el periódico y un paseo por el barrio.
Francisca puso un mantel color fresa en la mesa quizás para dar un poco de vida al día gris. Los hijos treintañeros ya no vivían en casa, por lo tanto  ella y su marido se apañaban comiendo poca cosa.
- Hay un poco de tortilla de patatas en la nevera, dijo él.
- Si, con una buena ensalada y rebanadas de pan con tomate, ya estamos listos.
Mientras comían, Francisca le comentó al marido que su amiga Manuela había organizado una tertulia literaria.
- No tengo ganas de ir con ese tiempo tan malo, prefiero quedarme en casa leyendo, dijo él.
Vivían bastante cerca de Manuela, por lo tanto Francisca, pensó que no le iba a costar nada coger un paraguas e ir a pasar allí la tarde.
Francisca no es que fuera una maniática del orden, sin embargo a ella no le gustaba que se le acumularan los trastos en casa, por eso cada atardecer cuando salía a compar o  iba al gimnasio solía ir a tirar la basura, aunque fuera poca cosa.
Se puso el impermeable y las botas para salir. Dejó una bolsa negra que contenía botellas de vidrio y otra azul, con deshechos de plástico, en los respectivos contenedores de la esquina. Llegó al portal de Manuela, tocó el timbre y mientras esperaba a que le abrieran la puerta llegó una pareja.
- ¿Quién es ? Dijo una voz por el interfono.
- Soy Francisca con …..... dijo ella mirando a la pareja recién llegada y ellos añadieron …. con Anna y Bruno.
Cruzaron los tres un patio interior hasta la vivienda de Manuela, que estaba ubicada en el fondo de un pequeño jardín en un edificio antiguo que había sido un convento de monjas. Salió a recibirlos fuera de la puerta Michele, Francisca entonces recordó que Michele era el dueño del apartamento. Se lo había alquilado a Manuela porque él se había ido al extranjero. Cuando estaba de paso por Firenze, Manuela lo invitaba siempre.
Anna y Bruno eran dos jóvenes arquitectos, ella napolitana y el francés, quienes al principio, al no conocer a nadie, charlaron con ella y Michele; les contaron que habían ganado una beca y que estaban muy a gusto en Firenze, a pesar de que cobraran muy poco por las tantas horas que dedicaban a su tesis doctoral.
Llegaron otros tres o cuatro invitados, la pareja de arquitectos se sentó en el sofá y Francisca se quedó hablando con Michele. Él le dijo que vivía en Barcelona, donde, cinco años atrás, se había trasladado por el trabajo de su mujer: él era periodista, ella hacía parte de una un grupo de modistos de una casa de moda juvenil.
- Me encanta el barrio de Gracia, es tranquilo y en él aún perduran costumbres de pueblo, sin embargo es a la vez mundano y cosmopolita; hay buena vida cultural y para los niños es cómodo, pues hay varias escuelas y muchas zonas verdes y parques. ¿Sabes que estoy aprendiendo catalán, me lo enseñan mis hijos? Acabó dicéndole  Michele.
Al cabo de un rato Manuela salió de la cocina con dos mujeres rubias de unos cincuenta años. Ambas se parecían, quizás porque las dos  eran simpáticas y dicharacheras.
- Te presento a mis amigas,  Paola y Nicoletta, nos conocimos el año pasado en Nepal, le dijo Manuela  antes de escabullirse entre los invitados.
Las rubias le contaron a Francisca que desde que una se había quedado viuda y la otra se había divorciado, se lo pasaban la mar de bien saliendo juntas. Tenían buenos empleos, una era psicóloga y la otra abogada y sus hijos  ya  se las apañaban solos. Le hablaron también de sus viajes exóticos por el mundo e iban repitiendo sin cesar  que lo único que querían era disfrutar y olvidar los malos tragos de la vida. Luego le preguntaron a Francisca a qué se dedicaba ella, pero más que nada les interesaba su vida privada.
- ¿Y tú que tal te llevas con tu pareja? Le preguntó Nicoletta a bocajarro.
-  Bueno, bastabte bien, le contestó Francisca, un poco incómoda.
Manuela llegó con una copa de vino y a bracete con un chico de unos cuarenta años.
- Él es Gianluca, mi amigo escritor y ornitólogo, quien estuvo viviendo tres años en Siria para estudiar los Ibis, una especie de pájaros migratorios, que se creía extinguida en aquella zona y que él ha demostrado que algunos ejemplares han logrado  sobrevivir.
Gianluca llevaba una camisa ancha, unos vaqueros muy gastados y era más bien tímido, pero cuando se animaba le gustaba contar sus hazañas por esos mundos de Dios; les dijo que había vuelto a Firenze para ver a sus padres  y que iba a quedarse unas semanas, pero que se sentía un poco desplazado, pues  empezaba a añorar  el campo, viviendo como vivía en una zona rural del sur de Córcega. Les siguió contando que se alojaba en la parte alta de la ciudad con su mujer y los dos gemelos recién nacidos
- A veces siento que me sofoco, por eso salgo a pasear a lo largo del río  y entonces me apaciguo mirando  los pájaros acuáticos.
Manuela dio inicio a la presentación del libro apagando las luces e invitando a la gente a que se sentara en los sofás, butacas y  sillas desparramadas por la sala.
Gianluca proyectó diapositivas y leyó algunos trozos de su libro, que era una especie de diario en el que relataba su larga investigación ornitóloga en Siria y sobre todo algunas anéctdotas de su vida y de la de sus ayudantes  en  los campos de trabajo, antes de que estallara la guerra.
Francisca sentada en uno de los sofás escuchaba con atención y observaba a los tertulianos.
Manuela era una buena anfitriona, iba pasando con una bandeja llena de copas de cava y galletas. Michele se introdujo en la charla pidiendo a Gianluca algunas cosas sobre la historia reciente de Siria.
- Caramba, tu compañero sabe mucho de Medio-Oriente, le dijo  Paola a Francisca,  quien estaba sentada a su lado.
- Michele nos es mi marido y además es mucho más joven que yo, le contestó Francisca riendo porque había caído en la cuenta de que Paola y Nicoletta al verlos entrar juntos, a ella y a Michele, se habían confundido creyendo que fueran pareja.
La charla terminó hacia las ocho y Francisca se levantó del sofá para marcharse; mientras se ponía el abrigo pensó en que para los ojos de las rubias por dos horas había sido otra persona.
Se despidió de todos contenta de haberlos conocido y besando a Manuela le agradeció aquella tarde tan amena.
Se puso el gorro y la bufanda de lana que llevaba en el bolso, pues al salir tiraba viento frío. Cuando llegó a casa su marido había preparado una sopa de verduras y había puesto la mesa con esmero.
Cenando Francisca le comentó  la historia de los pájaros de Siria y también le habló de las personas que había conocido aquella tarde.
Francisca, mientras sacaba la mesa, pensó en el vuelco que había dado su vida muchos años atrás cuando se había mudado de Barcelona a Firenze. Seguía contenta por la decisión que había tomado una tarde de antaño, comprando un gran bolsa de viaje en una tienda del Paseo de Gracia  y sacando,  en la estación de Francia, el billete de ida para Italia.

Els ucells de Siria

Les tardes dels diumenges d'hivern són lànguides, no acaben de passar mai, es fa de nit molt d'hora, a més cal preparar-se mentalment per anar a la feina al dia següent, això pensava la Francisca aquell matí plujós, quan el mòbil va començar a vibrar per l'arribada d'un missatge.
He organitzat una tertúlia literària a casa aquesta tarda. Un amic presentarà un llibre de viatges. Us ve de gust venir? Us espero a les sis, deia el text de la Manuela.
El matí va passar volant, entre l'esmorzar lent, la lectura d'un llibre que havia començat el dia anterior, la recerca d'un quiosc obert per comprar el diari i un passeig pel barri.
La Francisca va posar unes estovalles color maduixa a la taula potser per donar una mica de vida al dia gris. Els fills que gaira be tenien trenta anys ja no vivien a casa, per tant ella i el seu marit no s'entretenien gaire cuinant.
- Hi ha una mica de truita de patates a la nevera, va dir ell.
- Si, amb una bona amanida i dues llesques de pa amb tomàquet, ja en tenim prou.
Mentre menjaven, la Francisca li va comentar al marit que la seva amiga Manuela havia organitzat una tertúlia literària.
- No tinc ganes d'anar hi amb aquest temps tan dolent, prefereixo quedar-me a casa llegint, va dir ell.
Vivien bastant a prop de la casa de la amiga, per tant la Francisca, va pensar que no li costaria res agafar un paraigua i anar a passar-hi la tarda. La Francisca no és que fos una maniàtica de l'ordre, però a ella no li agradava que se li s'acumulessin els trastos a casa, per això cada vespre quan sortia a compar o anava al gimnàs anava a llençar les escombraries, encara que fos poca cosa. Es va posar l'impermeable i les botes per sortir.
Va deixar una bossa negra que contenia ampolles de vidre i una altra blava, amb desfets de plàstic, en els respectius contenidors de la cantonada. Va arribar al portal, va tocar el timbre i mentre esperava que li obrissin la porta va arribar una parella.
- Qui és? Va dir una veu per l'intèrfon.
- Sóc La Francisca amb ....... va dir ella mirant a la parella nouvinguda i ells van afegir .... l'Anna i en Bruno.
Van creuar tots tres un pati interior fins a  la caseta de la Manuela, que estava ubicada al fons d'un petit jardí en un edifici antic que havia estat un convent de monges. Va sortir a rebre'ls fora de la porta en Michele, la Francisca llavors va recordar que era l'amo de l'apartament. L'hi havia llogat a la seva amiga perquè ell s'en havia anat a l'estranger. Quan estava de pas per Firenze, la Manuela el convidava sempre.
L'Anna i en Bruno eren dos arquitectes joves, ella napolitana i el francès, que al principi, al no conèixer a ningú, van xerrar amb la Francisca i en Michele; els van explicar que havien guanyat una beca i que estaven molt a gust a Firenze, tot i que cobressin tan poc per les moltes hores que dedicaven a la seva tesi doctoral. Van arribar altres tres o quatre convidats, la parella d'arquitectes es va asseure al sofà i la Francisca es va quedar parlant amb en Michele. Ell li va dir que vivia a Barcelona, ​​on, cinc anys enrere, s'havia traslladat pel treball de la seva dona: ell era periodista, ella feia part d'una un grup de modistes d'una casa de moda juvenil.
- M'encanta el barri de Gràcia, és tranquil i encara perduren costums de poble, però és alhora mundà i cosmopolita; hi ha bona vida cultural i per als nens és còmode, ja que hi ha diverses escoles i moltes zones verdes i parcs. Saps que estic aprenent català, m'el ensenyen els meus fills? Va acabar dient li en Michele.
Al cap d'una estona la Manuela va sortir de la cuina amb dues dones rosses d'uns cinquanta anys. Les dones s'assemblaven, potser perquè eren simpàtiques i xerraires.
- Et presento a les meves amigues, Paola i Nicoletta, ens vam conèixer l'any passat al Nepal, li va dir la Manuela abans d'anar servint begudes als convidats.
Les dones rosses li van explicar que des que una s'havia quedat vídua i l'altra s'havia divorciat, s'ho passaven la mar de bé sortint juntes. Tenien bones feines, una era psicòloga i l'altra advocada i els seus fills ja les arreglaven sols. Li van parlar també dels seus viatges exòtics pel món i anaven repetint que l'únic que volien era gaudir i oblidar els mals glops de la vida. Després li van preguntar a la Francisca a què es dedicava ella, però més que res els interessava la seva vida privada.
- I tu que tal et portes amb la teva parella? Li va preguntar la Nicoletta de cop.
- Bé, bastant bé, li va contestar la Francisca, una mica incòmoda.
La Manuela va arribar amb una copa de vi i a bracet amb un noi d'uns quaranta anys. 
-  Us presento en Gianluca, el meu amic escriptor i ornitòleg, que va estar vivint tres anys a Síria per estudiar els Ibis, una especie d'ocells migratoris, que tothom creia extingida en aquella zona i que ell ha demostrat que alguns exemplars han aconseguit sobreviure.
Gianluca portava una camisa ampla, uns texans molt gastats i era més aviat tímid, però quan s'animava li agradava explicar les seves gestes per aquests mons de Déu; els va dir que havia tornat a Firenze després de cinc anys i que es sentia una mica desplaçat, enyorava el camp, vivint com vivia en una zona rural de Còrsega. Va dir que s'allotjava a la part alta de la ciutat amb la seva dona i els dos bessons acabats de néixer
- De vegades em sento sufocat, allavors surto a passejar alabora del riu i trovo la pau mirant els ocells aquàtics.
La Manuela va començar la presentació del llibre apagant els llums i convidant a la gent a que s'assegués en els sofàs, butaques i cadires escampades per la sala.
Gianluca va projectar diapositives i va llegir alguns trossos del seu llibre, que era una mena de diari  en el qual explicava la seva llarga investigació ornitóloga i la vida que va portar ell i els seus ajudants a Síria, abans que esclatés la guerra.
La Francisca asseguda en un dels sofàs escoltava amb atenció i observava als tertulians. La Manuela era una bona amfitriona, anava passant amb una safata plena de copes de cava i galetes. En Michele es va introduir a la xerrada demanant a en Gianluca algunes coses sobre la història recent de Síria.
- Caram, caram, el teu company sap molt de Medi-Orient, li va dir a la Francisca Paola, qui estava asseguda al seu costat.
- En Michele no és el meu marit i a més és molt més jove que jo, li va contestar la Francisca rient perquè s'havia donat compte que Paola i Nicoletta en veure'ls entrar junts, s'havien confós creient que fossin parella.
La xerrada va acabar cap a les vuit, la Francisca es va aixecar del sofà per anar-se'n; mentre es posava l'abric va pensar que per els ulls d'aquelles dues dones rosses per dues hores havia estat una altra persona. Es va acomiadar de tots contenta d'haver-los conegut i besant a Manuela li va agrair aquella tarda tan amena.
Es va abrigar amb una gorra de llana i una bufanda doncs al sortir tirava vent fred. Quan va arribar a casa el seu marit li havia preparat una sopa de verdures i havia parat la taula. Mentre sopaven la Francisca li va parlar de la tertúlia literària i de les persones que havia conegut aquella tarda, també li va explicar la història dels ocells Ibis de Síria.
Mentre desparava la taula la Francisca va pensar en el tomb que havia donat la seva vida quan molts anys enrere s'havia traslladat a Firenze. Encara estava contenta de la decisió que havia pres aquella tarda llunyana en que es va comprar una maleta en una botiga del Passeig de Gràcia de Barcelona y va anar a la estació de França a comprar se el billet de anada cap a Italia.