giovedì 24 agosto 2017

Pasta con calabacín, patata, tomate, queso y romero










A veces no tener nada en la nevera es agua bendita para un buen  plato de pasta.
Aquella tarde habíamos invitado a mi hermano y a  su mujer a cenar, diciéndoles que habría poca cosa, pues al cabo de dos días dejábamos el apartamento que habíamos alquilado en frente del mar. Ellos se imaginaban que iban a encontrar lo que se suele hacer en las noches de fiesta: un pica-pica a base de pa' i tomaquet, con embutidos  y queso, en cambio el azar quiso que  nos saliera  una cena para chuparse los dedos.
Abrí el armario y vi que sólo nos quedaba un paquete de pinzzocchere de la Valtellina. Lo habíamos traído de Italia y sabíamos que era un tipo de pasta buena, sin embargo nunca la habíamos guisado.
- ¿Qué te parece si  hacemos esa pasta? le consulté a mi marido.
- Como tu quieras.  Mira si hay  la receta en el paquete, me contestó él.
Había la explicación de cómo se podía preparar aquella pasta, pero  nos  faltaba la mitad de los ingredientes, como acelgas, cebollas, etc.
Abrí otra vez la nevera y mis ojos cayeron en los dos grandes calabacines que nos había regalado un amigo de Logroño, quien disfruta cultivando hortalizas en un huertecito que se montó no muy lejos de la ciudad, tras la herencia de una finca.
Tenía también ajos, un tomate maduro bastante grande y una patata mediana.
Corté en trocitos dos dientes de ajo y los puse a  dorar en una sartén, luego añadí pedazos muy pequeños de calabacín y de patata. A cabo de unos diez minutos  puse en  el sofrito el tomate maduro con la piel, cortado menudo. Añadí  luego sal y romero ( también se puede hacer con salvia).
Dejé  cocer la salsa a fuego lento una media hora, añadiendo de vez en cuando cucharadas de agua salada de la olla, que  había puesto  a calentar para  hervir la pasta.
Mi marido con el otro calabacín preparó una tortilla, que le salió exquisita.
Cuando llegaron los invitados abrimos la botella de Priorat que ellos trajeron. 
Pusimos a hervir la pasta y rallamos un poco de queso ( nosotros teníamos sólo parmiggiano pero cualquier queso curado  es ideal para esa receta). Escurrimos la pasta al dente y luego la agregamos a la salsa, todo ello en la sartén.  Con una cuchara de madera  fuimos amalgamandolo todo bien, luego añadimos el queso.
Mientras mirábamos los fuegos artificiales y disfrutábamos haciendo tertulia nos dijimos que aquella cena, tan pobre de ingredientes, había sido una de las más sabrosas.







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