venerdì 17 ottobre 2014

Primas y accesorios














Eloisa a veces no entendía del todo a su marido.
- ¿Por qué se complicaba la vida con aquellos accesorios del baño?
Por una parte, le hubiera gustado decirle que para todos hubiera sido más fácil comprar los objetos en Italia, por la otra sentía curiosidad e interés por la rareza de la cosa.
- Los accesorios de esa casa catalana son muy originales y no cuestan mucho, le decía él muy convencido.
- ¿Cómo vamos a llevarlos viajando en avión?, le preguntaba ella.
- Pues, dentro de la maleta. Facturaremos otro equipaje y san se acabó. Cortaba rápido él.
- Yo no lo veo tan claro, pero so lo dices tú. Le decía ella no del todo convencida.
Flora, una de sus primas, la hija de la única hermana de su madre, tenía en el pueblo un local donde vendía azulejos, baldosas, cerámica,  mobiliario y accesorios para baños y cocinas; por consiguiente hacer el pedido fue una cosa sencilla y muy enriquecedora para Eulalia, pues pudo asomarse de nuevo a la vida de su prima.
Llegó unos días antes que su marido e hijos al pueblo de la costa catalana, donde había nacido y al que cada año iba a pasar las vacaciones.
Una tarde, con el coche destartalado que fue de su padre, fue a buscar los accesorios en el almacén de  la prima, ubicado en las afueras del pueblo.
Flora la esperaba en la puerta y la recibió con mucho cariño, quizás porque hacía bastante tiempo que no se veían, pero sobre todo porque  habían crecido juntas, como hermanas y se tenían mucha confianza, a pesar  de que hacía  tantos años que vivían  lejos una de la otra.
Ninguna de las dos tenía prisa y pasaron un buen rato charlando. Flora le puso al corriente de que dentro de poco se iba a  pre-jubilar y que por consiguiente estaba cerrando la empresa.
- Esos accesorios representan el último pedido de la tienda. Tras la dichosa crisis económica la gente no hace reformas en sus viviendas y nosotros ya no aguantamos más esa situación. Por lo tanto, ya que he trabajado toda una vida, ahora me  toca una poco de tiempo libre. Dijo Flora mirando con sus vivarachos ojos azules  a Eulalia, mientras sus labios finos dibujaban una sonrisa contagiosa.
- Gracias, por haberme ayudado a pesar de que estabas cerrando, le dijo Eloisa a su prima abrazándola.
Las dos se dirigieron hacia el aparcamiento y mientras Flora empujaba una carretilla con los paquetes siguía diciéndole que la crisis en el pueblo había sido como una plaga y luego sacó la historia del marido ingeniero de una amiga suya quien, tras perder el empleo, había abierto un mesón donde preparaban, él y su esposa, platos caseros, buenos y baratos.
- Tenemos que ir un día a comer  juntas, le dijo Flora introduciendo los bultos en el maletero del coche. Luego se despidieron prometiéndose verse al cabo de pocos días.
Volviendo a casa, enfrente de la puerta del garaje, se encontró a María, otra  de sus primas, quien la saludó muy contenta mientras le decía que, a finales de agosto  con su esposo e hija,  se iba de viaje  en coche por la Toscana.
- ¡Qué bien! Os va a gustar mucho. Supongo que vais a visitar Firenze
- ¡Por supuesto que vamos a ir a Firenze! Pero la mayor parte de los días estaremos en Maremma, cerca de las aguas termales de Venturina.
- Podemos vernos un día en Firenze. Y aprovechando vuestro viaje, pueda que te pida  un favor, pues tenemos que llevar a Italia unos accesorios que hemos comprado en España.
- ¿De que accesorios se trata? Le preguntó María un poco perpleja.
- Se trata de un porta rollos de papel y de dos repisas de cerámica para el cuarto de baño, le explicó mientras descargaba los paquetes del coche.
- Por supuesto, no hay ningún problema, en nuestro coche cabrán de sobras. Es curioso que hayáis escogido objetos del país y yo que pensaba que el diseño italiano era el mejor del mundo, vaya, vaya. Dijo risueña María.
Durante la  última semana de vacaciones Eloisa y su marido colocaron en las maletas las piezas más pequeñas, sin embargo las repisas eran demasiado largas y  tuvo que pedir ayuda a la prima. Quedó en verse  con María al cabo de tres días en el pueblo, pues  a pesar de que ella viviera en una ciudad no muy lejana,  cada dos por tres iba al pueblo  a ver a sus padres.
Una tarde bochornosa,  en la que todo el mundo dormía la siesta, se paró, con los paquetes a cuestas en frente de un edificio antiguo. El apartamento había sido reformado y era muy luminoso. Cerca de un ventanal halló a sus tíos, rodeados por todos sus descendientes, que disfrutaban en una bulliciosa sobremesa.
Los accesorios fueron el tema de conversación principal y Eloisa estaba contenta, pues gracias a aquellos objetos pasó un rato agradable con todas aquellas personas.
Los paquetes con las piezas para el baño fueron depositados en el maletero del coche de María y  allí se quedaron muchos días.
Las vacaciones terminaron para Eloisa. Ella y su esposo se marcharon a Italia con dos maletas repletas, a punto de reventarse, que  pesaban  como  si dentro hubieran puesto piedras.
Eloisa y María se parecían un poco, las dos eran sufridoras, por eso la prima, para no olvidarse de los objetos que debía entregarle, no quiso que nadie los tocara del maletero del  coche.
Por lo tanto los accesorios dieron muchas vueltas antes de llegar a destino. Primero la hija ventiañera de María cogió el coche para ir a un festival de música electrónica a Zaragoza, luego el  marido antes de salir de vacaciones tuvo que ir a Tarragona para gestionar un trabajo y al final ella misma con la hija pequeñna se fue  a pasar el día a la playa de Cadaqués.
La pareja con la niña emprendieron el viaje a Italia un domingo al amanecer. En la frontera francesa unos gendarmes medio dormidos les obligaron a pararse y les pusieron muchas pegas por aquellos paquetes misteriosos. Los abrieron, con poco cuidado delante de ellos, como si  fueran culpables de algo. Los perros antidroga con sus hocicos  husmearon los objetos sin encontrar por supuesto nada.
Cuando llegaron a la frontera italiana, temían otra movida con perros, en cambio los carabineros les dejaron pasar sin registrar el coche.
- ¡Qué susto! Me hubiera sabido tan mal tener que dejar los accesorios de  Eloisa en la frontera,!! Suspiró María, ya más sosegada.
Pasaron unas vacaciones muy bonitas visitando necrópolis etruscas y ciudades medievales y al cabo de pocos días llegaron a casa de  Eloi con los accesorios sanos y salvos.  Eloisa estuvo muy contenta  al verlos y preparó una cena riquísima para ellos y para otros amigos españoles que habían pasado por casualidad aquella tarde.
Durante la cena Eulalia, miraba  contenta a los comensales y de vez en cuando obserbaba los paquetes que yacían en el pasillo y pensaba que aquellos objetos, no sólo iban a  mejorar el cuarto de baño sino que  también, habían logrado que sus primas entraran de nuevo en su vida y por supuesto que ella entrara en las suyas.

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