sabato 2 marzo 2013

El beso en la piazza Duomo
















¿Por qué las sensaciones más bellas aparecen los miércoles por la mañana?
Soy un poco obsesiva por lo que se refiere al trabajo, pues siempre intento adelantarme en lo que puedo, para dedicar completamente mi día libre a mis aficiones, por lo tanto los demás días al salir de la escuela, paso casi toda la tarde preparando clases y corrigiendo exámenes o trabajos de mis alumnos.
Mi día de libertad empieza cuanto toca despertador a las siete. Me levanto deprisa sin pensar en que podría estar un rato más en la cama. El deber a menudo es también un placer, pues a pesar de que hay que hacer la compra y llenar la nevera para toda la familia, me gusta observar a la gente que encuentro por la calle o en el supermercado.
Desayuno despacio y subo al coche con cuatro grandes bolsas vacías, dos rojas y dos amarillas, que a la vuelta van a estar repletas de hortalizas, fruta, leche, pan y muchas cosas màs.
Sentada en el automóvil camino hacia el supermercado, pongo la radio y es allí donde me gusta mirar a la gente que con prisa se dirige al trabajo o a la escuela. A veces hay cola en los semáforos y es entonces que salen de mí, como si fueran  flotadores desinflados que poco a poco se va hinchando y surgiendo del agua, las cosas bellas que en los últimos días he saboreado y que quien sabe porque estaban escondidas en lo profundo. Es allí donde a menudo nacen mis relatos.
Casi siempre hago el mismo recorrido, sin embargo a veces  tengo que hacer algún recado y entonces paso por otras calles.
- El cepillo eléctrico no funciona, me dijo una mañana mi hijo de veinte años, con la boca llena de dentífrico.
- No te preocupes cuando vaya al supermercado pasaré por aquella tienda donde siempre nos arreglan los pequeños electrodomésticos.
Aquel miércoles me perdí por unas calles que no conocía, di la vuelta por una manzana y al cabo de poco me encontré en la misma plaza.
Aparqué y me dirigí a un bar donde había muchos parroquianos.
Había ido a desayunar en un bar tan pocas veces en esos últimos años que me quedé pasmada al ver el ambiente acogedor y lleno de vida que había, a pesar de ser las ocho y media de la mañana.
Había pocas personas sentadas en las mesitas, la mayor parte estaba de pie, con un cornetto en una mano y un cappuccino en la otra.
Dos señores hablaban de política y decían:
- Siamo messi male, il paese è ingovernabile, peggio di così non potevano andare le elezioni 1  

- Di molto bischeri, ma anche un po' grulli siamo noi italiani.
Un grupo de estudiantes repasaba unos apuntes y otro terminaba los ejercicios de matemáticas.
Un muchacho comía uno bocadillo de queso y le decía a su compañero que aquel día se había despertado temprano para ir a buscar trabajo.
Una mujer que salía del local con un niño en la mano y un carrito en la otra me indicó en donde estaba la tienda de electrodomésticos.
El dueño, una persona muy amable, después de probar el aparato, me dijo:
- Guardi, lo spazzolino funziona bene. Ogni tanto lo deve lasciare fuori a scaricare.3
- Ocurre lo mismo que cuando vamos al médico, en la consulta nos pasan todos los males, le contesté yo sonriendo.
Salí contenta con el cepillo eléctrico en la mano y andando por la acera pasé al lado de una pareja que se reía abrazándose. Pude entender que era una coincidencia el haberse encontrado por aquellos parajes.
Subí al coche y recordé que hacía tres días había encontrado por casualidad a U. por la calle. Eran las cinco de la tarde y era muy improbable aquel encuentro, pues él a esa hora aún trabaja y además volviendo a casa no pasa jamás por el centro
Casi nevaba, caía una llovizna muy fría que penetraba en los huesos. Yo iba al gimnasio en bicicleta muy abrigada con una boina roja, una cálida bufanda y unos guantes gruesos. Mis ojos miraban hacia delante, pues la caperuza del impermeable me cubría la vista lateral. Había poca gente en la piazza Duomo. Una capa gris de  bruma y llovizna envolvía delicadamente  la catedral. A lo lejos vi pasar deprisa a un ciclista con un gorro de lana azul oscuro. En el instante en que nos cruzámos nos reconocimos y después de haber recorrido algunos metros ambos dimos la vuelta atrás y con los pies en el suelo, pero aún montados en las bicicletas nos dimos un beso, como si hiciera mucho que no nos hubieramos visto.
Aquel beso en medio de la plaza de la catedral fue un verdadero beso de amor.
El hecho de habernos besado por la calle me alegró muchísimo, sin embargo me daba cuenta de que aquella felicidad era un poco rara, pues vivíamos juntos desde hacía muchos años.
Mientras pensaba en eso  llegué a casa. Después de  haber colocado la compra en la despensa, mientras me lavaba los dientes, seguí preguntándome:
¿Por qué las sensaciones más bellas se me  aparecen los miércoles por la mañana?


1 Vamos mal, el país no va a poderse gobernar, peor no podía ir.
2 Nos han tomado el pelo, pero nosotros los italianos somos un poco tontos
3 Mire, el cepillo funciona de maravilla, lo que pasa es que tiene que dejarlo descargar de vez en cuando.








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