domenica 2 dicembre 2012

Ti voglio tanto tanto bene - Te quiero mucho



Mentre spingevo il carrello della spesa nel grande parcheggio del supermercato, ho sentito un bambino piccolo che diceva con una voce molto tenera alla nonna:
- Ti voglio, tanto, tanto bene.
- Anche io. Gli ha risposto la nonna.
Quelle semplici parole, mi hanno accompagnato durante tutta la giornata.
Al bambino la semplice frase era uscita dal cuore, forse per questo mi ha avvolta completamente e mi ha contagiata. Ero felice perché era molto che non ascoltavo quelle parole dette con tanto sentimento.
Guidavo rilassata la macchina, con l'ingombrante spesa, attraverso la città quasi deserta, dato che erano le undici del mattino e a quell'ora tutti di solito sono al lavoro o a scuola.
La musica proveniente dalla radio emetteva una canzone, “Tutta mia la città”, dell'equipe 84, che sempre mi cantava U.  nell'autunno dell' 1976 quando  ci siamo conosciuti. Allora non capivo bene l'italiano, ma sentivo che c'era amore in quelle parole e quelle canzoni mi davano un gran benessere.
Mentre attraversavo i viali, gli affreschi di Piero delle Francesca sono tornati nella mia mente.
Due giorni prima di quel pomeriggio autunnale in cui ci siamo incontrati e innamorati, U. era arrivato a Barcellona per trovare degli amici catalani conosciuti alla Biennale di Venezia, che quel anno era dedicata alla pittura spagnola.
Il giorno dopo lui si era  trasferito nell'appartamento al terzo piano di un edificio ottocentesco di calle Aragón, dove abitavo con altre tre studentesse, ma dopo quattro settimane era dovuto ritornare a Firenze, perché gli erano finiti i soldi e soprattutto erano iniziate di nuovo le lezione nella facoltà di architettura, che era stata occupata dagli studenti per molto tempo.
Ricorderò sempre quel grigio giorno del nostro congedo nel porto vecchio di Barcelona, dove lui s'imbarcava per Genova.
Ci siamo detti che il nostro amore era impossibile e che forse non ci saremo più rivisti, dato che era difficile che uno di noi potesse lasciare la propria nazione.
Ma dopo pochi giorni mi sono arrivate tre cartoline che rappresentavano alcune importanti dipinti di Piero della Francesca che si trovavano nella chiesa di S. Francesco di Arezzo. Sul retro di una c'era scritto:
- ancora
Su quello di un'altra :
- mille volte
e sull'ultima:
- Io
Ho capito che mi amava nonostante mancassero delle parole alla sua frase d'amore.
Gli ho scritto una lettera dicendogli che dopo Natale sarei andata da lui.
Dopo il mio viaggio quasi clandestino, dato che i miei genitori non ne erano al corrente, che è stato bellissimo, sono arrivate le altre cartoline.
Seduta vicino a una stufa elettrica nella piccola camera dell'appartamento della calle Aragón ho potuto ricostruire la più bella dichiarazione d'amore che avevo mai ricevuto:
Io ti voglio mille volte e mille volte ancora
Il sole era apparso nella città dopo tanti giorni di pioggia, mentre  i vetri della macchina tratteneva il calore che mi riscaldava il viso e il cuore, sentivo che piano piano era diventata mia quella città, dove mi ero trasferita un anno dopo aver conosciuto U.
Nel nuovo paese avevo incontrato molte persone, intrecciato nuove amicizie e avuto due figli. Mi sentivo bene in quel abitacolo caldo pieno di provviste per tutta la settimana e mi sarebbe piaciuto avere U. vicino e poter dirgli : ti voglio tanto tanto bene.

Te quiero mucho
Mientras iba empujando el carrito de la compra en el garaje del supermercado, oí a un niño que le decía a su abuela con una voz muy dulce:
-  Ti voglio, tanto, tanto bene.
-  Anche io.  Le contestó la abuela1.
Aquellas palabras tan simples me acompañaron durante todo el día.
Al niño aquella frase le había salido del corazón, quizás por eso  a mí me había  comovido y contagiado.
Estaba contenta porque hacía tiempo que no había oído palabras tan llenas de amor.
Relajada conducía el coche, cargado con de bolsas de la compra, a través de la ciudad  casi vacía, pues eran las once de la mañana y a esa hora normalmente todo el mundo está en el trabajo o en los colegios.
La radio estaba tocando una canción, “tutta mia la città”, dell'equipe 84, una de las que siempre me cantaba U.  cuando nos conocimos. Entonces yo no entendía bien el italiano, pero me gustaba la música y sentía que en aquellas palabras había amor y poesía. Aquellas canciones me siguen dando alegría.
Mientras cruzaba una de las grandes avenidas los frescos de Piero della Francesca volvieron a mi memoria.
Era el año 1976, U. había llegado a Barcelona dos días antes de la tarde de otoño en  que nos conocimos, para ir a ver a unos amigos catalanes que había conocido en Biennale de Venecia, que aquel año había dedicado a la pintura española.
Nos enamoramos en un  local de la plaza Real, el Café del Minotauro, donde se bebía y se escuchaba música. Lo habían innagurado hacía muy poco,  había una barra y  una extructura de madera  clara con escalones,  donde la gente se  sentaba a tomar algo. Los escalones  hacían de mesa y de silla;  abajo en el sótano había una especie de catacumba, donde montaban todo tipo de teatro de grupos independientes y  conciertos. Los dos, sentados  en aquellas escaleras,  mientras  hablábamos  cada vez  nos íbamos alejando de todo lo que pasaba a nuestro alrededor. 
Al día siguiente él se mudó al apartamento del tercer piso de un edificio del siglo XIX de la calle Aragón,  cerca de la estación de Sants, donde yo vivía con otras chicas  estudiantes, sin embargo al cabo de tres semanas tuvo que volver a Firenze, porque se le había terminado el dinero y sobre todo porque habían empezado de nuevo las clases en la facultad de arquitectura, después de haber sido ocupada tras  muchos días de huelga. 
Recordaré siempre aquel día gris, cuando nos despedimos en el puerto viejo de Barcelona, donde él se embarcaba para Génova.
Nos dijimos que nuestro amor era imposible y que quizás no nos habríamos vuelto a ver nunca más, pues era muy difícil que uno de los dos hubiera podido marcharse de su país.
Al cabo de pocos días me llegaron tres de su tarjetas postales, en las que había algunas obras importantes de Piero della Francesca, que se hallaban en la iglesia de S. Francesco de Arezzo. Detrás de una de ellas él había escrito:
- ancora2
en otra:
- mille volte3
y en la última:
- Io4
Comprendí que él todavía se acordaba de mí y que quizás me quería, a pesar de que le faltasen algunas palabras a su frase de amor.
Le escribí una carta diciéndole que después de Navidad iba a ir a verlo.
Después de aquel viaje, que fue un encuentro maravilloso y quizás un poco clandestino, ya que mis padres no sabían nada de ello, me llegaron las últimas tarjetas postales.
Sentada cerca de una estufa eléctrica, en mi pequeña habitación del piso de la calle Aragón, pude reconstruir la declaración de amor más bonita que jamás había recibido:
Io ti voglio mille volte e mille volte ancora5
El sol volvió a salir en la ciudad, después de tantos días de lluvia.  Mientras los cristales del coche retenían las radiaciones que me iban calentando el rostro y el corazón, sentía que aquella ciudad, donde me había trasladado después de un año de nustro encuentro en el Café del Minotauro, iba  siendo mía. En ella había conocido a muchas personas, había hecho nuevos amigos y  había tenido dos hijos.
Estaba  muy a gusto en aquel cobijo caliente lleno de víveres para toda la semana y me hubiera gustado que en aquel momento U.,  estuviera  a mi lado para poder decirle:
Te quiero mucho.


1 Te quiero mucho mucho. Yo también le contestó su abuela
2 todavía
3 mil veces
4 Yo
5 Te quiero mil veces y todavía  mil veces màs.













3 commenti:

  1. ..c'è che ti voglio tanto bene
    e il mondo mi appartiene
    il mondo mio che è fatto solo di te...

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    1. Bello il testo della la canzone di Gino Paoli "che cosa c'è!!,
      Grazie per confrontare le mie parole a quelle dei questa canzone piena di poesia.

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  2. Que historia más bonita...Que dulces tus palabras al narrar tu historia d Amor.

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